dimecres, d’agost 13, 2014

La vida es sueño

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La vida es sueño de Pedro Calderón de la Barca

Presentada por el Conaculta, INBA, Festival de México en el Centro Histórico, Sistema de Teatros de la Ciudad de México, Festival Internacional de Puebla “Héctor Azar” y Teatro de Ciertos Habitantes.

Dirección: Claudio Valdés Kuri

¿Qué es la vida? Un frenesí
¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción y el mayor bien es pequeño
¡Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son!

El hombre vive en una cueva cautivo de sueños y tinieblas, no obstante, sale de la oscuridad hacia la luz.  Él cae por el pecado original, y merced al entendimiento, aunado al libre albedrío, alcanza la libertad. La vida es sueño, auto sacramental de Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600 – 1681), es un drama filosófico de origen platónico que plantea preguntas ¿Qué la vida es sueño? ¿Qué hay libertad en la vida? ¿Qué compromiso hay con la vida?

Claudio Valdés Kuri ha optado por desnudar la historia de su forma primigenia, es decir, el devenir del príncipe Segismundo de Polonia, para centrarse en el camino del hombre en su camino a la libertad. La propuesta del director mexicano se desembaraza de la nómina específica de personajes que consigna el texto calderoniano. Cobran relevancia los elementos: fuego, aire, tierra y agua, cuales figuras arquetípicas, que acompañan en su sendero al hombre primordial, de la misma manera, se rodea de otras figuras arquetípicas del saber hermético: el poder, la sabiduría, el amor, la sombra, la luz, el entendimiento y el albedrío.

La vida es sueño representa un gran logro y una profunda audacia, considerada la obra maestra de Calderón de la Barca, y surge la duda si aquellas obras magistrales, tan encomiadas en su tiempo pueden apelar, significar algo para el público actual. Por ello, sirvan las palabras del escritor y crítico literario italiano Giuseppe Pontiggia, que da luz sobre tal cuestionamiento. "A menudo me preguntan si los clásicos son actuales. El problema es si nosotros somos actuales con respecto a los clásicos. Muchas veces nosotros mismos percibimos un carácter frágil, insuficiente y aleatorio en nuestra actualidad. Damos espacio e importancia a ciertos problemas para luego descubrir su futilidad; seguimos modas y tendencias, supersticiones y creencias, experimentando luego su inconsistencia. Los clásicos hablan en cambio sobre las cosas más importantes, y las relatan mediante la belleza. Para mí, los clásicos siempre han sido un ejemplo con el cual confrontarme."[1]

Claudio Valdés Kuri es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA, entre sus obras se cuentan Becket o el honor de DiosDe monstruos y prodigios: la historia de los CastratiEl automóvil gris¿Dónde estaré esta noche? y El Gallo. Kuri es director de la compañía Teatro de Ciertos Habitantes, que según su página oficial de Facebook, “se ha convertido en punto de referencia de la vanguardia teatral latinoamericana. Sus creaciones han sido coproducidas, presentadas y recibidas con enorme éxito en los más importantes festivales de los cinco continentes.” Asimismo, “sus proyectos son creados a través de largos procesos de gestación, a partir de riesgos y cuestionamientos específicos. Cada montaje explora nuevos lenguajes, como resultado de la búsqueda constante de renovación en contenido y forma. El trabajo escénico recae en el artista multidisciplinario, actor-músico-bailarín, en el uso de sus facultades a toda su capacidad. Paralelamente a sus puestas en escena, la compañía realiza proyectos educativos, sociales y ambientales, así como producciones televisivas, radiofónicas y grabaciones discográficas.”[2]

La adaptación crea personajes genéricos y sin género, se observa a 14 actores en escena, en este sentido, la puesta coincide con el siglo XVII en tanto que en aquella centuria todos los personajes eran representados por varones. La puesta hace servir la continua evolución del teatro como canal de gestualidad, el énfasis en el cuerpo del actor, y las estructuras somáticas. Si bien el feliz casting logró seleccionar un más que competente cuerpo de intérpretes, la propuesta de Valdés Kuri enfatiza la belleza del texto barroco y las estrategias interpretativas, en pos de transmitir las alegorías místicas y alquímicas de la obra, evitando con ello el análisis psicológico de los personajes. El símbolo es el vehículo con el que los intérpretes se relacionan y penetran en la atención del público.

El tema del barroco, y acaso los barroquismos son de buen interés para el director, que en entrevista con El Universal da la clave del singular uso que da a la música regional mexicana a su montaje: “El barroco está muy presente en México, no hubo interrupción del barroco a la fecha. En Veracruz, en los sones huastecos, el verso es vivo (…). Instrumentos, géneros y una forma de cantar se quedaron en los lugares remotos, en las sierras, evolucionaron, y hoy son la dotación instrumental de nuestros grupos tradicionales. Son esta tradición barroca que no tuvo interrupción, siguió hasta nuestros días.”[3]

El siglo XVII y el XXI coinciden en el gusto por la pompa y circunstancia. El texto del siglo XVII está adaptado a la cultura visual de la ciudad de México en el XXI, en donde los sentidos demandan estímulos frenéticos e imparables. Nuestra atención, para seguir siendo tal, necesita movimientos constantes, a un ritmo vertiginoso y variado, también demanda pluralidad de cuerpos, vestidos y desnudos, canto y música, saltos y artilugios, desenfreno, energía dionisíaca, sonorizaciones, danza, novedades y artificios.

Es una labor complicada dar “relevancia”, aggiornar un texto alquímico del Siglo de Oro en 2014, y qué faena es que no parezca ni doctrina ni propaganda trasnochada al servicio de quién sabe quién.
El montaje se distingue por tratarse de un producto interdisciplinario. Los recursos utilizados son: danzas coreográficas, rítmica geométrica, entrenamiento en instrumentos musicales, entrenamiento en danzas de giro. El director recurre a la hiperactividad para mantener la tensión, y sobre todo, la concentración en lo que está sucediendo en el escenario.

En tanto al texto, éste es irremediablemente oscuro si no se cuentan con las prendas necesarias para su disección. Se recomienda por ello un acercamiento previo al texto calderoniano.

También se apetece como altamente sugestivo el programa de conferencias que acompañará a la puesta a partir del 15 de agosto.

Ferdinando Castelli da luz sobre la riqueza y fascinación de La vida es sueño, que bien pueden aplicarse a la adaptación mexicana: “La vida es sueño está construida con los módulos del barroco. Revela preciosismos estilísticos y momentos de exuberancia inventiva. Lo barroco del drama se caracteriza, sin embargo, por la tensión y la intensidad de las escenas, por el movimiento y la fuerza de la acción dramática, por la búsqueda del contraste y lo insólito, por el elemento simbólico y alegórico.”[4]

La vida es sueño se presenta en el Teatro "El Galeón" del Centro Cultural del Bosque, del 12 de junio al 31 de agosto de 2014.

Marco Antonio Silva Barón