divendres, de desembre 31, 2004

Algo que se me ocurrió sobre el fariseísmo

Dear readers, a few weeks ago a friend emailed a few notes and quotes in a chain mail about one interesting topic: "Self-righteousness", or as we'd say in Castilian, "Fariseísmo". I thought it was a great mail, and sent it unmindfully to almost my whole mailing list. Boy, the reactions I got! From sheer joy of reading the article, which was about the current situation in the USA, to anger from people who felt they were directly mentioned. Anyhoo, I seriously reflected on the issue and came to the conclusion that I myself had been quite self-righteous in many ways, hopefully not anymore, thereby I offer you all the following reflection.
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EL PELIGRO DEL FARISEÍSMO. ‘TU ESTÁS MAL Y YO ESTOY EN LO CORRECTO’

El fariseo vive en un mundo de imágenes, está obsesionado, embelesado incluso con la misma. Este tipo de hombre habla de rigor y disciplina, pregona la severidad en las acciones, decisión en la vida espiritual, seguimiento escrupuloso del corpus doctrinario y de la palabra; firme apego a la verdad del partido, las instituciones, la ideología y la jerarquía, cualquiera que esta sea. Alienta a los seguidores y motiva a los neófitos, da cátedras extraordinarias y enseñanzas memorables; propone convertirse en un maestro, ejemplo y role-model para la comunidad.
Empero. Algunos confunden las buenas intenciones con la agenda personal y desarrollo espiritual por carrera profesional.

De acuerdo con la Biblia, los fariseos eran una secta judía que afectaba rigor y austeridad en el cumplimiento de la vida espiritual, mas en realidad lo que practicaban era la hipocresía, en tanto que sus actos no correspondían con lo pregonado.

El fariseo se permite saltar sus propias severas reglas, trasgrede el código moral que promueve, argumentando que su calidad moral y su imagen están más allá del mismo, incluso más allá del bien y del mal, siendo estas dos cosas “relativas“. Por las noches, las mañanas o cuando cree que nadie lo ve, escapa a los más sórdidos de los lugares, físicos o mentales; a las más asquerosas de las plazas, y se entretiene haciendo todo lo que su discurso o ideología oficial censura. Se acuesta, se revuelca, come, canta y habla en contra de los preceptos morales, éticos y culturales que la severidad de su grupo le impone, y que él mismo promociona.

La verdad puede llegar tarde, pero llega. Un buen día, una falta de atención conciente, un momento de vacilación, tal vez en un espacio de ceguera por la arrogancia, el engreimiento o el exceso de confianza, empieza a agrietarse el asunto, y la luminosidad de la verdad comienza a alumbrar a una o dos o muchas mentes. En muchas ocasiones el status quo no se rompe, pero la realidad se propaga, el susodicho gran jefe espiritual, y de vez en cuando toda una institución, se revelan como lo que son, personas, y como tales, falibles, débiles e hipócritas como todo mundo. El fariseo puede ver colapsada la gran obra de su vida, puede provocar una gran desbandada entre los cofrades, puede incluso pasar a la historia, tal como lo hizo la secta que le dio nombre y apellido al concepto del cual trato o bien puede redimirse aceptando su naturaleza. O tal vez, y peor aun, puede haberse convertido en el criador de una caterva de mentirosos, hipócritas, ladinos y tramposos. Ejemplos en la historia sobran. La historia de todas la religiones está plagada de estos casos, todas las instituciones que han sobrevivido el paso de los tiempos han visto en sus nichos florecer el fariseísmo: “Yo estoy bien, tu estás mal”. “Yo estoy en lo correcto, o te alíneas o te vas”. Son líneas muy recurrentes en este tipo de pensamiento.

Cuidado amigos, cuidado de caer en el fariseísmo. Es una trampa. Es una de las manifestaciones más crudas de la soberbia y la autocomplacencia. Yo he estado ahí, yo he militado en la secta farisea. Mi mente ha morado en esas villas... y la caída definitivamente no fue bonita. Ahora busco un poco más de humildad, un poco más de honestidad y de verdadera práctica.
Postdata: Definición de soberbia: "el amor por la propia excelencia". Tomás de Aquino.