diumenge, d’abril 09, 2006

Books that have changed my life 2

Few books have had such a cathartic, freeing, insightful yet devastating effect on me like Edmundo O'Gorman's México, el trauma de su historia, which I have actually quoted extensively on this blog. The aforementioned author was a prominent Historian teaching and researching within the National Autonomous University of Mexico, where he had several disciples and followers. Most historiographical studies situate the author in the Historicism branch of History. His interpretation of Mexico's history reveal a country longing for an identity, a struggle to become modern and progressive, yet not willing to change for good. Mexico's is a history of a contradiction: attention without responsability, wealth with no work, progress with no change. O'Gorman's books have long been out of print and it's highly unlikely they ever will be published again, for his insightful views are in many ways too difficult to swallow or even comprehend. Perhaps the historian's best-known book is La invención de América, which has been even translated into English. México, el trauma de su historia came out, the very year I was born! Ain't that interesting?

Edmundo O’Gorman, México: el trauma de su historia, México,Universidad Nacional Autónoma de México, Coordinación de Humanidades, 1977, 122 p.
°
ALICIA SALMERÓN
°
Dos programas diferentes de actualización aplicados al “nuevo” continente provocaron la formación de dos Américas: Angloamérica e Iberoamérica. Esta diferencia mal comprendida por los independientes mexicanos es la expresión del “trauma de la historia mexicana”. Un creer en esencias, providencialismo, evolucionismo, ha sido la maldición de este país. Las esencias son producto de la historia: a ellas se llega y no de ellas se parte. Éste es el principio-guía de Edmundo O’Gorman en su ensayo interpretativo del México independiente: México: el trauma de su historia.
°
La obra de O’Gorman es una interpretación de siglo y medio de historia mexicana. Parte del movimiento de independencia de 1810 para llegar hasta nuestros días, siempre girando alrededor del problema de la identidad, mexicana. La primera parte del libro, en vista de su estrecha relación con una obra anterior, La invención de América, está dedicada a la exposición de las conclusiones de esta última: se da “la razón de ser de las dos Américas” (p. XI). Después de esto se presenta la incomprensión de la diferencia entre la América sajona y la ibérica, que no es sino la incapacidad para explicarse la existencia de dos modos de ser diferentes, como el origen de lo que es, para O’Gorman, el gran problema del México independiente, el problema de su identidad nacional. Como expresión de este problema príncipe, nuestro autor encuentra un “suceso-eje”: el conflicto conservador-liberal (p. 24). La definición de la nacionalidad mexicana no parece haber sido realista sino en el momento en que liberales y conservadores se fundieron, durante el gobierno del “presidente-emperador” Porfirio Díaz (p. 86). La revolución de 1910 no hizo sino revivir un conflicto extinto, el conflicto de la identidad mexicana. En “la perspectiva del futuro”, última parte de la obra, no queda sino tomar la “experiencia valiosa y beneficiable” del camino recorrido.
°
Se trata, pues, de un recorrido a través de la historia de las ideas del México independiente. En él los hechos apenas si cuentan, no se baja al suelo de los acontecimientos sino en el momento en que el conflicto conservador-liberal encuentra solución, es decir, en el Porfiriato. Entonces sí contamos con algo más que con un tiempo y lugar más o menos precisos, contamos con un régimen (dictadura personalista) y un hombre de carne y hueso (Porfirio Díaz). Pero mientras el conflicto aludido se encuentra presente (antes y después del Porfiriato) la atención se concentra en él.
°
México, el protagonista de la obra, se encuentra representado por el juego de ideas conservadoras-liberales y a través de ellas O’Gorman cumple un ejercicio de psicoanálisis. Lo trata ya no sólo como a un “ente” con un “modo de ser”, sino como a un ser humano. Le atribuye las mismas reacciones y móviles de acción que a un individuo (p. 60).
°
O’Gorman interpreta la historia del México independiente alrededor del problema de su identidad como nación y sirviéndose de una idea general sobre la historia. En primer lugar, intentaremos seguir el desarrollo —no sus consecuencias—, pues ello implicaría un resumen de toda la obra- del problema de la identidad histórica mexicana. Después expondremos la teoría de la historia con base en la cual el autor interpreta nuestro pasado.
°
El problema de la identidad del “mexicano” no carece de precedentes. En realidad, es un problema que se les planteó a los criollos de la Nueva España y cuya solución evasiva fue heredada a México. O’Gorman define este “legado ontológico”, según la lógica tradicional en cuanto al género: el criollo colonial se encuentra dentro del mundo español y, en cuanto a la especie: “afirma su ser y el de su circunstancia americana mediante la atribución de una superioridad tanto en el orden material como en el moral” (p. 12).
°
El legado con el que cuenta México al partir no consta, pues, sino de orgullo y soberbia. Este “modo de ser” al enfrentarse con el modo sajón, el moderno, provoca en el nuevo mexicano una crisis representada nada menos que por el tantas veces señalado conflicto conservador-liberal. El problema que se presenta es el de escoger entre “seguir siendo como ya se era por herencia del pasado colonial, o llegar a ser, por imitación, como Estados Unidos” (p. 25). Pero O’Gorman demuestra, tras un riguroso estudio, que las tesis sostenidas por ambos partidos son contradictorias consigo mismas y que la contradicción es similar en los dos, pues en realidad no sostienen sino una misma tesis pero disfrazada: “hacerse de la prosperidad de Estados Unidos, pero sin renunciar al modo de ser tradicional por estimarse éste como la esencia de la nueva nación” (p. 33). No se puede participar de un modo de ser y, al mismo tiempo, disfrutar de los beneficios de otro diferente. Al ser esto imposible, el mexicano no puede realizarse. Pero ante ello no reacciona analizando sus ideales sino culpando y exigiendo a otro, lo que no lleva sino a agravar el problema de su identidad. La acusación hecha por los liberales mexicanos ante el fracaso de sus ideales, exige de las otras naciones, de los Estados Unidos en particular, un apoyo incondicional. Tras algunas especulaciones, O’Gorman concluye que, en realidad, lo que México hace es levantar la bandera de Iberoamérica y sostener que a ella la asiste “una justicia que trasciende la historia” (p. 53). Con esto el mexicano, tras medio siglo de independencia, no ha podido deshacerse del orgullo y soberbia coloniales. La identidad del mexicano no sólo sigue tambaleante al continuar basándose en una evasión histórica sino que, con su idea de la justicia trascendental, cree ser el redentor del mundo y se abandona en las alas del mito.
°
Sin embargo, hay un momento en la vida de México en que, gracias a una paz propicia para el progreso, se llega al convencimiento de que aquel venerable y venerado modo de ser era susceptible de compromiso o transacción (p. 89). Éste fue el gobierno de Porfirio Díaz. Pero este paréntesis de compromiso no duró mucho. La revolución de 1910 revivió el conflicto conservador-liberal, con lo que se perdió de nuevo la noción de realidad y con ello la cercana posibilidad de poner en crisis la concepción esencialista de la nación mexicana. “Y así [...] subsistió como horizonte inalterable, la noción mitológica de que el pueblo mexicano poseía un modo de ser histórico, su ser propio y ‘verdadero’” (p. 101).
°
Para fin de fiestas, según expresión del mismo autor (p. 102), en la actualidad se intenta unir el destino de México con el de un Tercer Mundo. Con lo cual se esquiva una vez más la realidad de la existencia de una cultura moderna y universal que representa “la única forma de civilización capaz de responder con eficacia al reto del ambiente cósmico en que se encuentra inmerso el hombre” (p. 117). El problema de la identidad mexicana no se resolverá sino con la toma de conciencia y participación de la realidad moderna.
°
La interpretación anterior es el resultado de la aplicación de una teoría general de la historia a un momento particular. El que una nación olvide su historia y huya de la realidad le impide conocerse, pues ella no es esencia sino, justamente, historia.
°
No es posible creer, afirma O’Gorman, que un ente que se da en un devenir histórico “permanezca en su beato aislamiento sin contacto ni comercio con el mundo sensible de la corrupción y cambio” y sea capaz de conservar una esencia (p. 72). Además, “la historia no puede, sin impunidad, resucitar experiencias agotadas” (p. 98). En efecto, la historia es formativa, “es un proceso dinámico temporal entitativamente mutante” (p. 113). No hay esencia ni destino, no hay sino lo que vamos siendo. Las naciones deben cumplir con “la tarea de ir siendo a posse ad esse” (p. 117).
°
El conocimiento histórico dentro del historicismo, que es la teoría recién expuesta, es de vital importancia: “es un vigilante que alerta la conciencia de lo que somos en trance permanente de lo que podemos ser” (p. 116). El estudio de la historia revela un ser que, a priori, es imposible conocer. El camino que sigue la historia no es siempre lógico y racional, pues en él intervienen los hombres con sus sentimientos (p. 36, 85) y, en general, con toda la fuerza de su singularidad personal (p. 60). La geografía y el ambiente, así como los “factores socioeconómicos”, tienen su parte en el acontecer de la historia, pero no son determinantes para comprenderla (p. 60). Y, en alguna ocasión, el fatalismo entra también en juego para explicar la aceptación de algunas convicciones del propio pasado (p. 103). Pero la conclusión principal es que, para O’Gorman, la historia es creadora y consiste en la toma de conciencia del propio ser. El sujeto de la historia resulta ser el pueblo de México, considerado como el problema de sí mismo, de su identidad, de su ser.
°
Como otros libros anteriores que trataban del ser de América y de la historia de esa interpretación, este libro sobre México trata de las interpretaciones que han defendido los mexicanos de su propio ser. Es un libro de historia de ideas, no un libro destinado a relatar hechos. Prueba de esto son los cuadros comparativos de las ideas conservadoras y liberales, por un lado, y de las dos fases de la tesis liberal, por otro. En cuanto a las fuentes de las que el autor se sirve, si bien no se especifican, no podemos dudar de que haya estudiado a los ideólogos liberales y conservadores del siglo pasado y a quienes los “revivieron” en el actual. Esto en cuanto a la pura investigación; la interpretación la respalda una amplia cultura y un enorme prestigio de historiador.
°
En efecto, sólo un gran erudito y destacado historiador puede aventurarse a presentar una interpretación tan personal de la historia de México, como lo hace ahora O’Gorman. A través de la idea de las dos Américas y de un marco teórico historicista, pone de cabeza la interpretación que, en general, se tiene sobre el periodo del México independiente. Así, sentimos en el autor un gran aprecio por el Porfiriato, si no ya por la Colonia, y un fuerte rechazo de los primeros años de la independencia y, aún más, del movimiento revolucionario de 1910. El libro es historicista porque no relata la historia de una realidad ya determinada, que sería la esencia de México, sino la historia de la búsqueda de esa esencia por los mexicanos que toman conciencia de sí mismos. Es la historia de la “razón de ser de la existencia simultánea de dos mundos históricos distintos que en vano trataron de explicar conservadores y liberales” (p. 111).
°
Estudios de Historia Moderna y Contemporánea de México, Álvaro Matute [editor], Ricardo Sánchez Flores [colaboración], México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, v. 8, 1980, p. 248-252.