Astillero
Julio Hernández López
Saldos de la (no) batalla
La primera batalla poselectoral abierta fue ganada de manera tajante por Andrés Manuel López Obrador: llevó a Vicente Fuchs (ver parte final de Astillas) a una pinochetista militarización de San Lázaro, donde las armas nazionales se quedaron en espera de los actos de provocación que dieran paso a desalojos y represión "legitimados" y, luego, usando solamente una parte de sus fuerzas (las de una bancada legislativa que sus adversarios aseguraban que estaba dividida y desanimada), dejó al jefe de la campaña del odio y la división sociales convertido en un presidente DHL (entregas y te vas), que al ser incapaz de cumplir con un ritual legislativo está informando a Felipe Calderón que los planes conjuntos están sujetos a fuerte revisión.
Ironías históricas: a fin de cuentas, el cerco y la exclusión sólo dejaron fuera a su promotor, Vicente el (informativamente) Breve. Y, en el Zócalo judoka, la fuerza del adversario fue usada para derribarlo, apareciendo entonces los "violentos" como prudentes y los "pacíficos" como organizadores de trampas envenenadas. Las profecías apocalípticas se convirtieron en un reacomodo de fuerzas que adelantó el adiós político de lo que queda del presidente Fox (el 1º de septiembre ha sido su 30 de noviembre, aunque el emperador despechado aún puede usar los tres meses de amargo saldo para buscar inmolaciones colectivas). Y los diarios amagos de represión contra el plantón del Zócalo y Reforma han de esperar mejores tiempos porque con el gesto de prudencia tomado la tarde del viernes en la Plaza de la Constitución se ha quitado fuerza a las pretensiones de violencia institucional contra un movimiento que no ha roto un vidrio ni pintado una pared durante semanas de resistencia masiva, mientras sus adversarios en el poder han debido instalar tanquetas, soldados y artificios de guerra civil para contener un desbordamiento ciudadano que acabó conduciéndose con más madurez y responsabilidad que el poder desquiciado.
El más dañado resulta ser, desde luego, Felipe Calderón. Sigue estando fuera del escenario político, convertido en un objeto que debe acomodarse a las decisiones del jefe Vicente que a noventa días de entregar el cargo se niega a reconocerle personalidad suficiente a su presunto heredero. Si Fox no ha sido capaz de garantizarse un Informe presidencial de despedida, mucho menos podrá organizar una toma de posesión repudiada. Con los movimientos estratégicos de la tarde del pasado viernes, Calderón queda más expuesto a una posible anulación de los comicios (es decir, que se declaren no válidos) o a una ruta de descarrilamiento rumbo al 1º de diciembre.
***
... Y, mientras esta columna da a sus abonados un adelanto de que el apellido original del actual presidente de la República era "Fuchs", según el censo de 1860 de Cincinnati, Ohio, donde el bisabuelo, Louis, escribía su apellido con la ortografía original de Alemania (Fuchs, zorro: Fox), país de donde llegaron antepasados del fallido Heil Vicente a Estados Unidos, ¡hasta mañana, en esta columna a la que llegan comunicados de empresas de mensajería advirtiendo que no es cierto que tengan un repartidor alto, de bigotito, especializado en entregas rápidas a San Lázaro!
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada