Una de las "maravillas" militares de la antigua Yugoslavia se perdió, tal vez para siempre, en el conflicto interétnico de comienzo de los años noventa. El aeródromo de Željava era una de las joyas y orgullos del Ejército del Pueblo Yugoslavo. Dicha instalación, subterránea, constituía una de las armas y ases de los planes de defensa del Estado, ideado por los miembros más prominentes de la cúpula de Tito. Su costo en miles de millones de dólares hace la restauración prácticamente irrealizable, por lo que el aeródromo quedará para las presentes y futuras generaciones, como testimonio del experimento fallido que representó Yugoslavia.
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