diumenge, de novembre 29, 2009
dissabte, de novembre 28, 2009
Jijiji, qué cagado, quién lo hubiera pensado.....
REPORTAJE: DIÁLOGO SOBRE LA SITUACIÓN DE SEGURIDAD EN MÉXICO
"Felipe Calderón ha agotado prematuramente su presidencia"
Jorge Castañeda y Rubén Aguilar creen que el presidente mexicano lanzó la guerra contra el narcotráfico a partir de varias premisas falsas
PABLO ORDAZ - México - 28/11/2009ólo unos días después de asumir la presidencia de México, Felipe Calderón declaró la guerra contra el narcotráfico. La explicación oficial fue que el crimen había socavado los cimientos del Estado hasta llegar a sustituirlo, que por primera vez Estados Unidos estaba dispuesto a ayudar, que el consumo y el crimen se habían disparado... Rubén Aguilar y Jorge Castañeda, altos cargos durante el Gobierno del presidente Vicente Fox, recibieron esas explicaciones con perplejidad. Se pusieron a investigar y el resultado es un libro, El narco: la guerra fallida (Punto de Lectura), donde ofrecen respuestas sorprendentes que no dejan en muy buen lugar al presidente Calderón.
EL PAÍS. Ustedes sostienen que Felipe Calderón parte de "premisas endebles" cuando, en diciembre de 2006, declara la guerra al narcotráfico.
Jorge Castañeda. (Ex ministro de Exteriores). Y la mejor prueba de ello es que durante su campaña para la candidatura del PAN (Partido Acción Nacional) y luego para la presidencia de la República jamás mencionó el tema del narcotráfico, la guerra ni nada, y ahora se ha vuelto el centro de la primera mitad de su sexenio. Esto es algo tan importante tan serio, tan costoso para el país que no se puede seguir en esta guerra sin llevar a cabo un debate nacional que desemboque o en la confirmación del rumbo o en el cambio de rumbo, pero ya con conciencia de la sociedad, y no por algo impuesto por una ocurrencia política de Calderón. Y bueno, nos pusimos a escribir y empezamos a investigar. Y llegamos a la conclusión de que la mayor parte de las premisas o de la sabiduría convencional sobre el narco en México no se sostiene, de acuerdo con las fuentes del propio gobierno. Vamos enumerando una tras otra...
Rubén Aguilar. (Ex portavoz del Gobierno). Aquella declaración de guerra contra el narcotráfico tan temprana nos hizo sospechar. Nosotros conocíamos las encuestas nacionales de adicción pasadas y no se veía que hubiese un problema. En 2008, el Gobierno hace una encuesta que indica que el 0,4% de la población es adicta. O sea, sólo 450.000 mexicanos. El aumento del consumo de 2002 a 2008 es apenas del punto siete, en razón de los baremos de la OMS. Por lo tanto, no había un problema de consumo. Tampoco había un problema de violencia. Probablemente, como han demostrado varias investigaciones, en el momento en que se lanza la guerra contra el narco es de los momentos históricos con un nivel más bajo de violencia. Cuando el presidente Calderón inicia la guerra, llevábamos 15 años bajando
J. C. Además, el Gobierno alega otras dos tesis para empezar la guerra que tienen que ver con EE UU y que nosotros demostramos que son falsas. La primera es que por primera vez los norteamericanos asumen la responsabilidad compartida, están dispuestos a hacer algo. Nosotros demostramos por comunicados conjuntos de los distintos presidentes o cancilleres que esto no es nuevo. Desde hace 30 años, los Gobiernos de EE UU dicen sí, sí, sí, es culpa nuestra, somos una bola de mariguanos. Pero, en segundo lugar, en los últimos 40 años, desde que la droga empieza a ser parte de la vida digamos no marginal en los EE UU y también de Europa, EE UU no ha hecho nada para reducir la demanda. No han querido hacerlo y la demanda allí ha permanecido estable a lo largo de 40 años. Otra de las tesis falsas para empezar la guerra es que la violencia en México viene porque los americanos venden armas. Es verdad que EE UU vende armas y que los narcos tienen armas. Pero la relación causal es mucho más compleja. Porque si tener una frontera con EE UU fuera la razón por la que hay violencia en México, entonces no habría ni armas ni violencia en Río de Janeiro, en Sierra Leona, en Liberia, en Colombia, en Angola.., y obviamente no es cierto. Hay un mercado mundial de armas y el que las necesita, las compra. Y pensar que nos conviene a nosotros en México vigilar la frontera de norte a sur para que no pasen armas es matar la gallina de los huevos de oro del turismo y del comercio sin que por ello vaya a haber menos armas en México.
R. A. Y hay una quinta razón entre las que da el presidente con una enorme fuerza para empezar su guerra: la razón de Estado. El narco, alega él, ha penetrado en las estructuras del Estado. Y nosotros demostramos en el libro con mucha claridad que si bien es cierto -México no es ni Noruega ni Dinamarca, es México, está en América Latina...- es muchísimo menor que lo que ocurría años atrás, donde un gobernador del PRI [Partido Revolucionario Institucional] en el Estado de Quintana Roo era el organizador del narcotráfico, o el presidente De Lamadrid tiene que cerrar la seguridad federal porque está penetrada...
J. C.Incluso el ex procurador Medina Mora es contradictorio al decir que el Estado está perdiendo ciertas facultades y al mismo tiempo rechazar la tesis del Estado fallido. O una cosa o la otra. En realidad nosotros estamos de acuerdo con Calderón y con Medina Mora en que el Estado mexicano no es un Estado fallido.
EL PAÍS. Entonces, si esas premisas son falsas o endebles, ¿por qué Calderón se mete en un problema de esas dimensiones?
R. A. Nosotros pensamos que lo que intentó Calderón fue legitimarse. Ante las acusaciones de fraude electoral que rodearon su elección, él decide que requiere un acto fundacional de su Gobierno que lo legitime. Por otro lado, todos los presidentes de México en los últimos seis sexenios una vez que asumen el poder hacen un acto fundacional en su gobierno. Fox intentó la paz en Chiapas. Zedillo encarceló a Raúl Salinas...
J. C. Es un hecho que Calderón no tiene una salida fácil. Nos imaginamos que cuando se metió con la idea de legitimarse de ese modo pensó que iba a ser muy fácil entrar y salir. Rápido, fácil, barato, breve. Pero no.
EL PAÍS. Y la presencia del Ejército en las calles ya se está convirtiendo en un problema añadido...
R. A. Y en un problema gravísimo. Estamos arriesgando al Ejército en el desgaste de la calle. Es un costo muy grande para el país, muy grande. Ha costado muchísimos años recuperar esa buena imagen del Ejército después del trauma del 68 y las posibilidades de desgaste son enormes.
EL PAÍS.¿Todo esto convierte a Calderón en un presidente fallido, en un presidente débil...?
J. C. Yo creo que Calderón ha agotado prematuramente su presidencia. Es decir, el ánimo que siente uno en el país hoy es el ánimo que se suele sentir en el último año. O en los últimos seis meses de un presidente ya cansado, irritable. Circula una multitud de versiones sobre sus exabruptos con sus colaboradores. No todas serán ciertas, pero algunas sí. No hay día que no tenga que dar una explicación de por qué México es el único país del mundo que más ha padecido la crisis, cuya economía se va a contraer más. Las explicaciones son erráticas. Un día dice que es por EE UU. ¿Y por qué Canadá creció un 1%? Otro culpa al turismo. ¿Y por qué República Dominicana creció un 3%...? Este es el panorama: un presidente irritable, sin agenda, sin programa, rodeado de secretarios debilitados, con un Congreso que no le hace ya el menor caso...
EL PAÍS. Llama la atención la estrategia de Calderón de erigirse en el primer y único bastión contra el crimen organizado...
J. C. Sí, dice eso, pero lo más curioso es que los principales personajes de la seguridad pública de este Gobierno son los mismos que los del Gobierno pasado. Entonces, resulta difícil entender cómo en el régimen pasado estos mismos individuos eran unos ineptos o unos cómplices y ahora son superman o héroes nacionales... Calderón tuvo un momento de oportunidad, haber convertido su debilidad en su fuerza. Pudo haberle dicho a los poderes fácticos de este país: no podemos seguir con la concentración del poder en México, los monopolios públicos, los privados, los económicos, los comerciales, los financieros, los mediáticos, los políticos, los sindicales... Fox lo dejó seguir seis años, fue un error, Zedillo también, fue un error, yo no lo voy a hacer porque si lo dejamos a la próxima nos cepillan a todos. Y hubiera podido dar ese golpe. Y decidió conscientemente no hacerlo. Por miedo.
EL PAÍS. ¿Por miedo?
J. C. Siento que hay un problema que es semejante al de Fox, que es que enfrentar a los poderes fácticos y enfrentar al PRI, porque al final del día este es el viejo régimen priísta -los sindicatos, las paraestatales, el propio PRI como partido-, eso resulta como algo demasiado aterrador, tanto para Fox como para Calderón.
EL PAÍS. ¿Por qué?
J. C. Porque ambos pensaron que el enfrentamiento con el PRI efectivamente enajena al sector privado, a los poderes fácticos. Tienen miedo a una crisis económica, a una salida de capital, a una devaluación de la moneda, a un repunte inflacionario, a una subida de las tasas de interés... Tanto Fox como Calderón decidieron dejar en paz a los poderes fácticos, dejar en paz al PRI salvo en la retórica.
EL PAÍS. Y es ahí donde empieza la comparación con Brasil que tanto molesta en el entorno del presidente Calderón.
R.A. Exactamente. Necesitamos un presidente que pelee, que pelee la agenda...
J. C. Y la gran pregunta entonces es: ¿por qué no quiere pelear? En Brasil, Lula sí pelea, tú lo ves que pelea las cosas, y gana algunas batallas, pero ha perdido muchas -incluido Honduras-. No es que gane todas, pero va a todas, gana unas y pierde otras.
divendres, de novembre 27, 2009
dijous, de novembre 26, 2009
Ojalá sea cierto: que el hip hop esté en los estertores de la muerte.... muaaaa
Simon Reynolds's Notes on the noughties: When will hip-hop hurry up and die?
Our series of oblique angles on the muscial decade continues, with a look at how hip-hop's vigour and invention at the start of the noughties made the last five years of rap seem stale
A month or so ago New Yorker pop critic Sasha Frere-Jones wrote a column about the state of rap, starting with the proposition ("proclamation" would be too bombastic a word) that 2009 was, in fact, the year of hip-hop's death. I read it and couldn't find a thing to disagree with. My only quibble was that he might have called it earlier. Perhaps 2006, when Nas released Hip Hop Is Dead. Or even 2004, when Timbaland "repeatedly voiced … a frustration with pop music, particularly the hip-hop end of it" (according to his New York Times interviewer, one Sasha Frere-Jones) and further declared: ''It's time for me to retire, because it ain't the same … I'm tired of stuff now, even stuff that I do." (He also, said, mindblowingly, that "Coldplay and Radiohead are the illest groups to me. That's music".) That same year, 2004, Jay-Z also confessed – on the eve of his (ha ha) retirement and moving on to bigger, more challenging fields of endeavour – that he too was "bored" with hip-hop. Rap had become "corny", he said, and accordingly he no longer felt peer pressure to raise his game (something underlined by the steady decline of his output after 2001's magisterial The Blueprint).
As I read Frere-Jones's piece, I also knew there'd be complaints and counter-arguments galore. And sure enough they came – droves of pissed-off fanboys brandishing obscure mixtapes and overlooked albums as proof of the genre's continued vitality. Some whined that the sample on which his genre survey was based was too small (Jay-Z's new slab of going-through-the-motions, efforts by Kid Cudi and Wu-Tang clansman Raekwon, unsigned rapper Freddie Gibbs) while others questioned the entitlement of a white fortysomething to pronounce on the vital signs of a black pop genre in the first place. I don't know, but I'd have thought 25 years of attentive fandom would at least justify having an opinion. Plus it's not as though this kind of gloom-and-doomy assessment of hip-hop hasn't been voiced repeatedly by black critics and black fans, not to mention the performers themselves.
Pundits who deem something to be in decline are invariably accused of nostalgia, so another angle of retort was that Frere-Jones was pining for the Lost Golden Age: the late 80s/early 90s, rap in its first flush of artistic maturity, but still a genre primarily oriented around samples and breakbeats. The era of DJ/producers like the Bomb Squad and Eric B, Marley Marl and Prince Paul, Premier and Pete Rock. But you don't need to go back that far to locate a peak now passed. You just have to think of the first four years of this decade, which was the continuation in full force of a late 90s resurgence of mainstream rap that effortlessly managed to be commercial and street at the same time, combining pop hooks and jagged rhythmic innovation, glitzy entertainment and edge. This seven-year-long surge was largely but not exclusively driven by the Dirty South: cities like Atlanta, New Orleans, Memphis and Houston; producers like Timbaland, Neptunes, Mannie Fresh, Lil Jon, and Mr Collipark; MCs like Ludacris, Missy Elliott, Three 6 Mafia, Clipse, Ying Yang Twins, and those Cash Money hot boys Juvenile, BG and Lil Wayne. But the rest of the US played its part, from the Ruff Ryders family (DMX, the Lox, Eve, plus producer Swizz Beatz) through Ja Rule and Nelly, to the Dre/Eminem/50 Cent axis.
Underground rap fans sniffed at this brash, bolshy sound, based not on the breaks-and-samples template of classic hip-hop (partly because licensing samples had become too costly) but favouring instead synthesiser riffs and refrains modelled on techno-rave and 80s pulp movie soundtracks. The drum machine rhythms had an 80s vibe too, the double-time hi-hats and 808 bass-booms reactivating that whole other side of early hip-hop based around electro not looped breaks, Bambaataa not JB. Backpackers also complained about all these crossover rap hits with R&B choruses, which they saw as selling out the ideal of hip-hop as a showcase for MC virtuosity. But even as the ascendant street rap sound borrowed R&B's hook power and gloss, the nu-skool rap influenced R&B. By the turn of the millennium the genre were less separate than Siamese twins (something symbolised by the union of Beyoncé and Jay-Z). Together street rap and nu-R&B flooded global pop music with rhythmic pizzazz and in-yer-face attitude. The fall-out, just in the UK alone, includes the "chav-pop" swarm of girl groups and boy bands, MIA, and grime (not so much in the MC-ing, which owes more to jungle and dancehall, but in terms of beats and production, plus what would prove to be false expectations for mega-fame and Puffy/Jay-Z style transmedia empire building).
It's the vigour and invention of the first third of the Noughties that makes the last five years of rap look stalled and sapped, not old-skool days so remote only grey-hairs remember them. By any sensible metric, rap has slipped hugely from where it was when this decade began. It's not dominating the pop charts anymore, and neither is it irrigating the mainstream with new beats, styles, and slanguage. It's not producing major album-length statements, give or take an 808s & Heartbreak (revealingly, not rapped but sung). It's not even coming up with compelling new personalities. The last, by my reckoning, were Lil Wayne (whose debut was released in 1999) and Kanye West (who debuted in early 2004). West has turned out to be a mixed blessing, while Wayne spread his brilliance thin across innumerable mixtapes, plus 2008's uneven Tha Carter III. Some swear by TI and Young Jeezy as charismatic artists, but neither came up with a MC persona we've not seen before. And, for these last three or four years, rap has been a desperately unmemorable procession of cookie-cutter ballers – Jim Jones, Gucci Mane, Yung Doc, Soulja Boy, Lil Boosie, Gummi Bares – whose lyrics trudge a hedonic treadmill of bling and booty, punctuated by the occasional inane dance-craze. Even the sound of rap – always its saving grace in the absence of political engagement or MC-as-poet depth – deteriorated in the second half of this decade. The odd angles and eerie spaces in productions by Mannie Fresh or Mr Collipark were flattened out, replaced by portentous digi-synth fanfares and lumbering beats, a brittle bass-less blare that seemed pre-degraded to 128kbps to cut through better via YouTube and mobile phone ("ringtone rap", some called it), rendered all the more cheapo-sounding and plastic non-fantastic by the endless Auto-Tune fad.
One of the most interesting observations in Frere-Jones's piece is that rap producers are abandoning swing and syncopation for more pulse-based club rhythms (house/trance/electro-pop), resulting in a shift to a European rather than African-American feel. Flo Rida's Right Round, based on Dead or Alive's Eighties Hi-NRG hit, is a good example, and new nadir. Actually, I still hear quite a lot of bump and skitter in street rap but there's a pedestrian familiarity to the beats: they do the job solidly enough but they're the rhythmic equivalent of comfort food, reflexively tugging at your hips and shoulders but never approaching the stark strangeness of early Noughties productions like Ludacris's What's Your Fantasy or J-Kwon's Tipsy.
I quizzed Josiah Schirmacher, a young DJ friend who disagreed vehemently with the New Yorker piece and he replied that there was plenty of life in hip-hop but it was all "on the local level", pointing to styles like jerk, as favored by teenagers in Los Angeles. This was another story of the hip-hop Noughties: the succession of city-based sounds, starting with New Orleans bounce and continuing with crunk, hyphy, snap, juke, etc, which hatch as regional styles but thanks to the marvels of the internet (especially YouTube) are chased avidly by an international cadre of largely white, middle-class beat-nerds. I was one for a while, but then started to feel that underneath the cool local quirks (for instance, in the Bay Area, hyphy MCs shout out to freeway exits, which is how the different neighbourhoods know themselves, as opposed to, say, wards in New Orleans) all these sounds were, at base, the same. Electro variant + goofy dance + bawdy lyrics + (optional) drug-of-choice (E, with hyphy; purple drank aka cough syrup in other places, and so on). In a funny way, the pasty-faced, steroid-popping northwest England scene donk is a distant cousin of all these black American sounds: same anonymous rapping, same humorously boastful/sexist lyrics, same bling videos, same utterly local orientation offset by the occasional nationwide hit. The Blackout Crew, basically, are Cold Flamez.
Haven't talked about underground rap yet, but it doesn't exactly impose itself on your consciousness, does it? Like the lo-fi indie it resembles, this sector puttered on much like it did through the 90s, odd flashes of genius (Cannibal Ox, Dilla, Quasimoto/Madlib etc) amid the crate-digging antiquarianism. Barely creating a ripple in the larger pop culture, undie rap is probably pretty content with its niche, a haven of "quality" in a mercenary world. This stuff bears the same relationship to Dirty South type-rap that someone like Elvis Costello did with rock after 1984 (and, what d'ya know, Costello recently teamed up with the Roots to perform some of his classics on a US chat show). But as with the late-80s "golden age", the late 90s/early 00s surge showed that during rap's heyday phases the most innovative music rises to the top; it's not something you have to seek out, because it dominates radio and music-video channels, booms from passing cars.
The "Death of …" piece is a genre of criticism that's fallen into disrepute (there was a period when you'd be constantly tripping over essays announcing the End of something: art, theory, rock, rave ). People now seem to feel that "no genre ever really dies" (to adapt the Neptunes/NERD motto). Was this in fact one of the problems with the Noughties? No genre went gently into that good night: they all clung on, cluttering up the musical landscape. This not only made it harder for new things to emerge, it's meant that we've all come to forget that, in fact, totally new things have emerged in the past. There was, for instance, a time when hip-hop didn't exist. The refusal to admit that a genre can die (which doesn't mean literally disappear – it may even generate good stuff now and then –but refers to stagnation, irrelevance, becoming uncoupled from the zeitgeist) is a denial of the possibility of change, renewal, the unexpected. The very vitality of a form of music implies the possibility of its eventual death.
I sympathise with the Frere-Jones dissenters; it must be galling, having built up all that expertise and knowledge, to have your subcultural capital voided by some old git in a bow tie (compulsory at the New Yorker, don't you know) airily declaring the area obsolete. One of the cunning rhetorical ruses used in these critical turf wars between enthusiasts versus curmudgeons is to suggest that the latter are projecting their physical decrepitude on to the state of music. But you could just as easily reverse that and argue that the young are projecting their physical vitality on to the senescent body of pop (every fibre of their hormonally flushed being shouts "it still LIVES!"). I won't say that hip-hop is dead. But it does seem to be doing a good impersonation of being at death's door. More to the point, judging by its output in recent years, it's become a deadening force: as a listening experience, but also as something that maintains a deadlock on the musical imagination (and personal ambitions) of Black American youth. I doubt very much that this demographic has no more surprises up its sleeves in terms of sound and style, judging by past form(s) (jazz, rhythm and blues, funk, house, et al ). But that New Thing won't come until they tire of hip-hop themselves and turn against it.
http://www.guardian.co.uk/music/musicblog/2009/nov/26/notes-noughties-hip-hopdimecres, de novembre 25, 2009
EDITORIAL: La dignitat de Catalunya
L’expectació és alta i la inquietud no és escassa davant l’evidència que el Tribunal Constitucional ha estat empès pels esdeveniments a actuar com una quarta cambra, confrontada amb el Parlament de Catalunya, les Corts Generals i la voluntat ciutadana lliurement expressada a les urnes.
Repetim, es tracta d’una situació inèdita en democràcia. Hi ha, no obstant, més motius de preocupació. Dels dotze magistrats que componen el tribunal, només deu podran emetre sentència, ja que un (Pablo Pérez Tremps) està recusat després d’una tèrbola maniobra clarament orientada a modificar els equilibris del debat, i un altre (Roberto García-Calvo) ha mort. Dels deu jutges amb dret a vot, quatre continuen en el càrrec després del venciment del seu mandat, com a conseqüència del sòrdid desacord entre el govern central i l’oposició sobre la renovació d’un organisme definit recentment per José Luis Rodríguez Zapatero com el “cor de la democràcia”. Un cor amb les vàlvules obturades, ja que només la meitat dels seus integrants estan avui lliures de contratemps o de pròrroga. Aquesta és la cort de cassació que està a punt de decidir sobre l’Estatut de Catalunya. Per respecte al tribunal –un respecte sens dubte superior al que en diverses ocasions aquest s’ha mostrat a ell mateix– no farem més al·lusió a les causes del retard en la sentència.
La definició de Catalunya com a nació al preàmbul de l’Estatut, amb la consegüent emanació de “símbols nacionals” (¿que potser no reconeix la Constitució, al seu article 2, una Espanya integrada per regions i nacionalitats?); el dret i el deure de conèixer la llengua catalana; l’articulació del Poder Judicial a Catalunya, i les relacions entre l’Estat i la Generalitat són, entre altres, els punts de fricció més evidents del debat, d’acord amb les seves versions, ja que una part significativa del tribunal sembla que està optant per posicions irreductibles. Hi ha qui torna a somiar amb cirurgies de ferro que tallin de soca-rel la complexitat espanyola. Aquesta podria ser, lamentablement, la pedra de toc de la sentència.
No ens confonguem, el dilema real és avanç o retrocés; acceptació de la maduresa democràtica d’una Espanya plural, o el seu bloqueig. No només estan en joc aquest o aquell article, està en joc la mateixa dinàmica constitucional: l’esperit de 1977, que va fer possible la pacífica Transició. Hi ha motius seriosos per a la preocupació, ja que podria estar madurant una maniobra per transformar la sentència sobre l’Estatut en un verdader tancament amb pany i forrellat institucional. Un enroc contrari a la virtut màxima de la Constitució, que no és altra que el seu caràcter obert i integrador. El Tribunal Constitucional, per tant, no decidirà únicament sobre el plet interposat pel Partit Popular contra una llei orgànica de l’Estat (un PP que ara es reaproxima a la societat catalana amb discursos constructius i actituds afalagadores). L’alt tribunal decidirà sobre la dimensió real del marc de convivència espanyol, és a dir, sobre el més important llegat que els ciutadans que van viure i van protagonitzar el canvi de règim a finals dels anys setanta transmetran a les joves generacions, educades en llibertat, plenament inserides en la complexa supranacionalitat europea i confrontades als reptes d’una globalització que relativitza les costures més rígides del vell Estat nació. Estan en joc els pactes profunds que han fet possible els trenta anys més virtuosos de la història d’Espanya. I arribats a aquest punt és imprescindible recordar un dels principis vertebradors del nostre sistema jurídic, d’arrel romana: Pacta sunt servanda, els pactes s’han de complir.
Hi ha preocupació a Catalunya i cal que tot Espanya ho sàpiga. Hi ha alguna cosa més que preocupació. Hi ha un creixent atipament per haver de suportar la mirada irada dels que continuen percebent la identitat catalana (institucions, estructura econòmica, idioma i tradició cultural) com el defecte de fabricació que impedeix a Espanya assolir una somiada i impossible uniformitat. Els catalans paguen els seus impostos (sense privilegi foral); contribueixen amb el seu esforç a la transferència de rendes a l’Espanya més pobra; afronten la internacionalització econòmica sense els quantiosos beneficis de la capitalitat de l’Estat; parlen una llengua amb més pes demogràfic que el de diversos idiomes oficials a la Unió Europea, una llengua que en lloc de ser estimada, resulta sotmesa tantes vegades a l’obsessiu escrutini de l’espanyolisme oficial. I acaten les lleis, per descomptat, sense renunciar a la seva pacífica i provada capacitat d’aguant cívic. Aquests dies, els catalans pensen, sobretot, en la seva dignitat; convé que se sàpiga.
Estem en vigílies d’una resolució molt important. Esperem que el Constitucional decideixi atenent les circumstàncies específiques de l’assumpte que té entre mans –que no és sinó la demanda de millora de l’autogovern d’un vell poble europeu–, recordant que no existeix la justícia absoluta, sinó només la justícia del cas concret, raó per la qual la virtut jurídica per excel·lència és la prudència. Tornem a recordar-ho: l’Estatut és fruit d’un doble pacte polític sotmès a referèndum. Que ningú es confongui, ni malinterpreti les inevitables contradiccions de la Catalunya actual. Que ningú erri el diagnòstic, per molts que siguin els problemes, les desafeccions i les contrarietats. No som davant d’una societat feble, postrada i disposada a assistir impassible al deteriorament de la seva dignitat. No desitgem pressuposar un desenllaç negatiu i confiem en la probitat dels jutges, però ningú que conegui Catalunya posarà en dubte que el reconeixement de la identitat, la millora de l’autogovern, l’obtenció d’un finançament just i un salt qualitatiu en la gestió de les infraestructures són i continuaran sent reclamacions tenaçment plantejades amb un amplíssim suport polític i social. Si és necessari, la solidaritat catalana tornarà a articular la legítima resposta d’una societat responsable.
dimarts, de novembre 24, 2009
dilluns, de novembre 23, 2009
En homenaje y recuerdo de Saartjie Baartman
"I've come to take you home -
home, remember the veld?
the lush green grass beneath the big oak trees
the air is cool there and the sun does not burn.
I have made your bed at the foot of the hill,
your blankets are covered in buchu and mint,
the proteas stand in yellow and white
and the water in the stream chuckle sing-songs
as it hobbles along over little stones.
I have come to wrench you away -
away from the poking eyes
of the man-made monster
who lives in the dark
with his clutches of imperialism
who dissects your body bit by bit
who likens your soul to that of Satan
and declares himself the ultimate god!
I have come to soothe your heavy heart
I offer my bosom to your weary soul
I will cover your face with the palms of my hands
I will run my lips over lines in your neck
I will feast my eyes on the beauty of you
and I will sing for you
for I have come to bring you peace.
I have come to take you home
where the ancient mountains shout your name.
I have made your bed at the foot of the hill,
your blankets are covered in buchu and mint,
the proteas stand in yellow and white -
I have come to take you home
where I will sing for you
for you have brought me peace."
Diana Ferrus, "A poem for Sarah Baartman"
diumenge, de novembre 22, 2009
Brasil, el gigante despierta
REPORTAJE
Brasil, el gigante despierta
JESÚS RODRÍGUEZ 22/11/2009
A 8.000 metros de profundidad, frente a sus costas, un océano inmenso de petróleo puede convertir a Brasil en una nueva e influyente potencia mundial. Una ocasión histórica que el presidente Lula quiere aprovechar para acabar con la pobreza y el atraso de su país y para financiar el Mundial de Fútbol de 2014, los Juegos Olímpicos de 2016 y el tren de alta velocidad. Y demostrar al mundo que Brasil todavía es diferente.
El futuro de Brasil reposa en las entrañas del Atlántico. Mar adentro, a 8.000 metros de profundidad, frente a la costa tropical que une Río y São Paulo, aguarda desde hace 50 millones de años un océano de petróleo que puede cambiar el destino de este país veinte veces mayor que España. Un tsunami de oro negro capaz de acabar con la pobreza y transformarlo en la sexta potencia del mundo; en portavoz de los países emergentes; líder de América Latina; miembro del Consejo de Seguridad; financiar su educación, sanidad e investigación. Cimentar una industria nacional poderosa. Y demostrar que puede escapar a la eterna maldición de represión, corrupción y desigualdad que arrastran los grandes productores de crudo del planeta, desde las monarquías del golfo Pérsico hasta Nigeria, Irán o Venezuela. "El petróleo es el excremento del diablo; una maldición que le quita al enfermo la voluntad de curarse", teoriza el politólogo y ex ministro de Industria venezolano Moisés Naím. Frente a ese modelo de dependencia absoluta de las exportaciones de crudo, los dirigentes brasileños esgrimen su segunda vía: "Al contrario que los tradicionales Estados productores de petróleo con muchas reservas, poca tecnología e industria, un mercado interior pequeño y mucha inestabilidad, nosotros contamos con grandes reservas, pero tenemos alta tecnología, una base industrial diversificada, un gran mercado interno y, sobre todo, estabilidad".
Brasil es diferente. Ése es al menos el diseño esbozado por el viejo compañero del metal del sindicalismo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, de 64 años, durante sus dos mandatos como presidente. El secreto de su éxito político ha sido el equilibrio. Cautela en materia económica y osadía en el plano social. Y estabilidad, "mucha estabilidad", un adjetivo reiterado con orgullo por los hombres del presidente. Brasil es un país fiable e influyente. Cuenta con 40 millones de pobres, pero son proporcionalmente la mitad que hace 15 años. Y la cifra va en descenso. Y la clase media, en aumento. "No queremos ser un país rico y paria. No queremos diamantes de sangre, sino democracia y progreso", describe un político carioca del Partido dos Trabalhadores, la formación política de Lula: "Queremos aprovechar esta ocasión única que nos ofrece el petróleo; crear riqueza y que llegue a cada habitante. Avanzar. Participar en la tecnología y la investigación. No queremos exportar petróleo, importar todo lo demás y echarnos a temblar cada vez que caiga el precio del barril".
Brasil, el eterno gigante aletargado, está a punto de despertar. Se está desperezando. El crudo es la gran espoleta, pero no hay que olvidar que será el anfitrión del Mundial de Fútbol de 2014 y organizará los Juegos Olímpicos de 2016; va a construir el primer tren de alta velocidad del continente y está realizando enormes inversiones en infraestructuras, vivienda, educación y protección social. Ese dinero tiene que salir del crudo y sus derivados.
Un negocio muy caro y muy rentable. En la industria del petróleo, el tiempo es oro. Un minuto de perforación en aguas ultraprofundas cuesta 5.000 euros. En una sala blindada con las paredes cubiertas por monitores en el corazón de la sede de Repsol en Río de Janeiro se refleja cada movimiento de su plataforma de perforación Stena DrillMax I, que opera a 190 kilómetros de la costa de Macaé. Se visualiza en pantalla cada centímetro que atraviesa su broca en el lecho marino; la composición de cada material en el que penetra, su resistencia y temperatura, y el tiempo que resta para alcanzar el crudo. Desde que se inicia la exploración de un yacimiento hasta que empieza a producir pueden pasar diez años. No es un negocio apto para cardiacos.
La Stena llegó a Brasil para perforar el bloque BM-C-33, en la cuenca de Campos, hace dos meses, procedente del golfo de México; Repsol paga un millón diario de alquiler por esta plataforma (sus equipos y la tripulación de 180 personas de 20 nacionalidades), que permanecerá en estas aguas hasta enero antes de dirigirse a un nuevo bloque en aguas de Brasil; los geólogos afirman que el crudo se encuentra a una profundidad de 6.583 metros. La Stena perfora 24 horas al día. Los gráficos que se reciben sin pausa en esta sala RTO (Real Time Operation) aseguran que ya se han alcanzado los 4.494 metros. El crudo puede estar cerca. Antes hay que atravesar una barrera de sal viscosa y movediza como la gelatina de más de un kilómetro de espesor. Pocos datos más nos facilitan los geólogos. Toda la información que se maneja en esta estancia blanca y sin ventanas es confidencial. La petrolera española se juega en aguas brasileñas cientos de millones de inversión, sus reservas futuras y su prestigio y cotización bursátil. No tiene un minuto que perder.
Lo curioso es que Brasil nunca fue una potencia petrolera. Al contrario. Era uno de los mayores productores mundiales de carne, café, soja, cacao, madera, caucho, azúcar, zumos de frutas, grano, hierro, uranio o esmeraldas. Todo bajo un sol generoso y regado por la primera reserva de agua dulce del planeta. Como reza grandilocuente su himno nacional, "Gigante por la propia naturaleza / eres bello, eres fuerte, impávido coloso". No miente. Impresiona perderse por este inmenso territorio entre lagunas y bosques interminables donde la vegetación abarca cientos de kilómetros de costa, los cultivos no tienen fin y el 80% de la energía es de origen hidroeléctrico. Brasil tenía todo menos crudo. A mediados de los cincuenta importaba el 95% del petróleo que consumía. Era el reverso de otros países latinoamericanos, como México o Venezuela, que explotaban desde los años treinta sus generosos yacimientos. El éxito exploratorio brasileño es el resultado de medio siglo de tesón. Una obsesión por ir más hondo, más lejos. Y considerar el petróleo como un recurso estratégico, no un surtidor de dinero fácil. En aquellos primeros pasos se acuñó un eslogan en Brasil que revela la importancia para el orgullo nacional del control estatal del crudo: "O petróleo é nosso" (el petróleo es nuestro). Lo explica un ingeniero de Petrobrás, la compañía nacional del petróleo brasileña: "La clave era buscar la autosuficiencia energética, no convertirnos en exportadores. Nunca pensamos entrar en la OPEP. Queríamos tener petróleo y crear una industria petroquímica. Manufacturar. Aprender el negocio y lanzarnos a operar en el exterior. Y ya estamos trabajando en 27 países. Ha sido una carrera de fondo. Cuando nos cercioramos de que no había petróleo en tierra, nos lanzamos al mar, fuimos los primeros y hemos ido acumulando experiencia; en 1977 descendimos a 124 metros. Y continuamos a medida que el conocimiento científico lo iba permitiendo. Hoy, nuestro récord de perforación está en 7.000 metros en el lecho marino tras atravesar una lámina de agua de otros 3.000".
El éxito se hizo de rogar. En la década de los setenta, Brasil aún importaba el 80% del combustible. Su dependencia de las importaciones de crudo era tal que tras la primera crisis del petróleo de 1973, el Gobierno militar promovió la fabricación de etanol a partir de la caña de azúcar como sustitutivo de la gasolina. Hoy, la mayoría de los coches brasileños funcionan con una mezcla de gasolina y un 25% de etanol. El 80% de los vehículos que se fabrican en este país ya admite esa composición, que supone para el país un ahorro diario de más de 500 millones de litros de gasolina. También se optó por la energía nuclear con la construcción de dos centrales y una tercera en proyecto. Al margen de esas alternativas energéticas, los sucesivos Gobiernos, en dictadura o democracia, jamás frenaron la exploración del océano. Era cuestión de Estado.
A mediados de los ochenta, los geólogos tuvieron por fin la certeza de que decenas de miles de millones de barriles de petróleo aguardaban enterrados en la cuenca de Santos. Los yacimientos se extendían hasta las vecinas cuencas de Campos y Espíritu Santo a lo largo de una extensión equivalente a un tercio de España. La cuestión era llegar a ellos, extraerlos y conducirlos a tierra. Más difícil aún al permanecer atrapados bajo una capa de dos kilómetros de sal que hacía imposible en aquel momento su visualización y extracción. Estos yacimientos, a los que se denominó pre-sal, representaban una de las más grandes reservas de petróleo del planeta en un momento en el que los tradicionales productores comenzaban a mostrar síntomas de agotamiento. Un golpe de suerte. Antes había que explotarlos.
Los retos a los que se enfrentaban las petroleras públicas brasileñas para acometer la exploración y desarrollo de esos yacimientos eran enormes. Para empezar, necesitaban financiación. Mucho dinero. Y había que captarlo fuera. Técnicamente, el proyecto era tan complicado como alcanzar la Luna. Había que descender una tubería a lo largo de una lámina de más de 2.000 metros de agua hasta tocar fondo y a partir de ahí perforar 6.000 metros más. Brasil no contaba con equipos ni expertos. Había que formarlos. Y crear una base industrial que fabricara en poco tiempo las plataformas y también una estructura logística capaz de trasladar esos materiales, personal y provisiones hasta decenas de bloques perdidos a 300 kilómetros de la costa. Y transportar el crudo a tierra. Los problemas no acababan ahí. Durante la perforación existía el riesgo de que la sal cerrara los pozos y que las tuberías se rompieran por la presión del agua; y al final se podía dar con un pozo seco después de haber invertido 100 millones de euros (20 veces más de lo que cuesta perforar en el desierto saudí). El porcentaje de éxito en la búsqueda de petróleo rara vez supera el 30%. Y si no hay crudo, te vas con las manos vacías. Y vuelta a empezar.
Desde la base offshore de Niteroi, a las afueras de Río de Janeiro, se tiene una visión perfecta de la capital. Los cerros cubiertos de vegetación selvática que la rodean, las favelas que trepan en precario equilibrio hasta sus cimas, el urbanismo endiablado, las infinitas playas blancas y las elegantes torres racionalistas de Copacabana inspiradas en la arquitectura de Niemeyer. Estos viejos muelles, inactivos durante años, se han reconvertido en los últimos meses en un enorme centro logístico que presta servicio a las 300 plataformas instaladas en los campos marinos y a otras 300 que entrarán en servicio en los próximos años. La bahía aparece sembrada de plataformas en construcción o mantenimiento. Una reposa sus 190 metros de altura sobre el espigón como una torre Eiffel inerte a la espera de ser montada, botada y arrastrada hasta un bloque petrolífero a 300 kilómetros de aquí. Sobre ella se instalará un módulo del tamaño de un edificio de cinco plantas que procesará el gas extraído del fondo del mar. Los caducos astilleros públicos de esta zona de Río han renacido tras años de decadencia. Brasil necesita construir no sólo los centenares de plataformas de perforación y producción que antes venían de Asia, también 150 petroleros y barcos de apoyo. Y turbinas, sondas, taladros, tuberías, herramientas, equipos submarinos, oleoductos. Y media docena de refinerías. Y complejos petroquímicos. Hay trabajo para 20 años. A toda máquina. Cada retraso supone perder dinero. El petróleo está reactivando toda la industria del país. Desde la siderurgia hasta el sector textil y de las comunicaciones; desde los estudios sísmicos hasta el almacenamiento del crudo, el tratamiento del gas y la elaboración de fertilizantes. Por ley, al menos el 60% de cada artilugio empleado en la exploración y producción debe estar fabricado en Brasil. Se habla de 250.000 puestos de trabajo.
Pero hace 10 años, a finales de los noventa, Brasil no tenía ni el dinero ni la tecnología ni los técnicos necesarios para exprimir el fondo del mar. El país estaba ahogado en su particular crisis económica, el efecto samba. El Fondo Monetario Internacional (FMI) le daba a diario tirones de orejas. Ninguna potencia estaba dispuesta a arriesgar un dólar en este país asolado por la pobreza y la corrupción. Menos aún con un barril de petróleo que cotizaba en picado. Entre la espada y la pared, el Gobierno abrió el negocio del petróleo a las empresas extranjeras. Rompió el monopolio. Fue una jugada arriesgada e inteligente. En 1999, Brasil celebró la primera ronda de licitaciones, en la que se sacaron a subasta decenas de bloques petrolíferos en el mar. Las adjudicatarias debían explorar por su cuenta y riesgo en un determinado plazo de tiempo y, si encontraban petróleo, pagar al Estado impuestos, royalties y una parte del crudo; el resto era de su entera propiedad. Estaban, además, obligadas a destinar un 1% del valor de la producción a investigación en Brasil. La empresa que más tecnología estuviera dispuesta a transferir y a fabricar la mayor parte de sus equipos en este país tenía mucho ganado con vistas a las concesiones. El modelo funcionó. Fluyó dinero e inteligencia. Y Brasil empezó a chupar conocimiento. Se atacaron con éxito los yacimientos de pre-sal. Hasta un 87% de los pozos perforados tenía crudo. Un milagro. El 21 de abril de 2006, el presidente Lula, mono de petrolero y casco de peón, anunciaba con las manos empapadas en petróleo a bordo de la plataforma P-50 de Petrobrás, en la cuenca de Campos, la autosuficiencia petrolera del país. El comienzo de una nueva era. Dos millones de barriles diarios. Se había encendido la mecha. Los siguientes tres años iban a suponer un goteo interminable de grandes descubrimientos jaleados propagandísticamente por el Gobierno. Pinchar en los yacimientos pre-sal supone encontrar petróleo de calidad. Los técnicos hablan de cinco millones diarios de barriles en 2020. "Dios es brasileño", clamaría el viejo sindicalista. "Ha llegado el día de nuestra segunda independencia".
Las cosas estaban cambiando. Brasil, que nunca fue una potencia en la producción de crudo, se puede convertir en la sexta región petrolífera del planeta y en un nuevo elemento de equilibrio energético frente a los turbulentos países del golfo Pérsico, Argelia, Rusia o Venezuela. Tampoco Repsol, la multinacional española resultante de la fusión y posterior privatización en 1997 de varias empresas públicas del franquismo, había jugado antes en las grandes ligas del petróleo. Era una compañía respetada, pero de segunda; centrada en el refino y la distribución. Nunca había apostado por el caro y rentable negocio de la exploración. A comienzos de la década de 2000 tenía su frigorífico de reservas vacío. Había sufrido reveses en varios petroestados de América Latina. Necesitaba realizar descubrimientos. Sus estrategas pusieron la vista en Brasil y su nueva política de atraer compañías extranjeras. Repsol jugó fuerte. Era su ocasión de ascender a la primera división.
La supo aprovechar. Roberta Camuffo, geóloga y curtida directora de exploración de la compañía en el continente americano, aterrizó en Río de Janeiro en 2004. "No teníamos ni ordenador", recuerda. "Nuestra idea era hacer un estudio profundo de las áreas a las que queríamos optar. Y crear una red de relaciones con el Gobierno brasileño. Convertirnos en socios de Petrobrás. Ir juntos. Compartir riesgos. Somos latinos y nos entendimos bien. Nos creamos un prestigio y nos rascamos el bolsillo en la investigación de los bloques. Estudiamos el terreno y pujamos. Todo ese trabajo previo nos permitió hacernos entre 2005 y 2006 con 24 bloques, de los que somos operadores (es decir, dirigimos la exploración y producción) de 11, pagando unos precios muy bajos para lo que después se ha vuelto Brasil cuando se ha confirmado la enorme riqueza del pre-sal. Ahora hay bofetadas para entrar aquí y lo que no hay son bloques disponibles. Ya no hay subastas. El petróleo es del Estado, y el Estado quiere explotarlo por su cuenta y que las extranjeras sean meras empresas de servicios". El máximo ejecutivo de Repsol en Brasil, el ingeniero Javier Moro, un veterano de la exploración en todo el mundo, asegura que Repsol cuenta en estos momentos "con el segundo dominio minero exploratorio de Brasil tras Petrobrás y por delante de las más poderosas petroleras del planeta". "La compañía española se ha alzado como la segunda mayor productora de petróleo del país y no ha parado de realizar descubrimientos, como los megacampos Carioca y Guará, y este mismo año, los pozos Vamoira, Panorámix o Piracucá", explica un informe de la sección brasileña de la consultora Llorente y Cuenca. Sólo lo que se estima que va a extraer en el campo de Guará equivale a dos años de consumo de petróleo en España.
Repsol estuvo en el lugar adecuado en el momento justo. Antes de que los grandes descubrimientos offshore de los años 2007, 2008 y 2009 pusieran a las grandes petroleras occidentales, las majors, en la pista de Brasil y su Gobierno cerrara el grifo de las concesiones para no acabar con la gallina de los huevos de oro. ¿Fue una simple cuestión de suerte? Responde un ejecutivo de la industria: "La suerte es un factor importante en el mundo del petróleo, pero tú te la buscas. Éste es un negocio de alto riesgo y a largo plazo, y a ti te toca calibrar y gestionar esos riesgos. No se trata de tirar la moneda al aire. Repsol fue el primer socio extranjero de Petrobrás cuando no todo el mundo estaba dispuesto a meter un dólar en Brasil. Han sido pioneros en los buenos y malos tiempos. Y ahora están sentados sobre un mar de petróleo. Y nadie se lo va a quitar. El Gobierno brasileño va a respetar las concesiones. Las reglas de juego están claras".
El círculo virtuoso de Brasil tiene que cerrarse en diez años. En una década, todo tiene que encajar. El presidente Lula, que abandonará el poder en octubre de 2010 al no poder presentarse a una tercera reelección consecutiva, ha afirmado que las ganancias estatales del pre-sal serán invertidas en un fondo social destinado a la educación, la ciencia y tecnología y la lucha contra la pobreza. Según Thomas Trauman, director general de la consultora Llorente y Cuenca en Brasil, "la intención del Gobierno es invertir en acciones a largo plazo, dado que los yacimientos de petróleo y gas no duran siempre y el mercado internacional del petróleo es muy volátil".
El modelo es Noruega. Un país que llegó a este negocio a mediados de los setenta y se ha convertido en una peculiar y discreta potencia petrolera manejada con cautela desde el Estado. Al tiempo que debutaba como uno de los más grandes exportadores de crudo, el país nórdico ha ido construyendo una industria propia, desde el pozo hasta la refinería; ha formado a sus técnicos, atraído a las majors e invertido los beneficios en un fondo soberano, el más grande de Occidente, que maneja 300.000 millones de euros, con cuyos intereses tapan las goteras del país y supondrán un salvavidas de lujo para cuando el crudo se agote en sus aguas. Noruega ha escapado a la maldición del petróleo. Al excremento del diablo. Noruega es el modelo.
Pero Brasil no es Noruega. No es una fría y despoblada socialdemocracia nórdica. Su población se ha doblado en sólo 40 años. Tiene 190 millones de habitantes. Un porcentaje de pobreza del 25%. Enormes tasas de violencia. Malas infraestructuras y bajos niveles educativos. Excesiva burocracia y corrupción. Graves problemas medioambientales en la Amazonia. Desequilibrios territoriales entre el paupérrimo norte y el soleado sur. Y una enorme e histórica desigualdad en el reparto de la riqueza. El petróleo tiene que ser el motor del cambio. La piedra angular. Aunque algunos ya piensan que Lula da Silva está creando excesivas expectativas en torno al pre-sal con vistas a las elecciones de octubre, a las que concurrirá su protegida, Dilma Rousseff, de 61 años, antigua ministra de Energía, que es el cerebro en la sombra del nuevo modelo petrolero de Brasil, pero carece del tirón electoral de su mentor. El consejero delegado de una gran petrolera occidental opina que conviene ser cautos: "Se están sacando muchos conejos de la chistera desde el Gobierno. Cada uno puede hacer el cálculo especulativo que quiera sobre el tamaño de los yacimientos del pre-sal. Se ha hablado incluso de 150.000 millones de barriles (más de la mitad de las reservas de Arabia Saudí), cuando los cálculos más sensatos no pasan de 50.000 millones. Hablamos de cantidades muy grandes, pero pasarán años antes de que se puedan desarrollar comercialmente. ¿Cuánto nos va a costar sacar un barril a esa profundidad? ¿Y ponerlo en la costa? ¿Va a ser rentable? No es muy prudente comprometer cifras". Cuando se sugiere a un alto funcionario brasileño que la explosión petrolera de su país tiene algo de cuento de la lechera, te observa con cara de pocos amigos, recurre a la manida estabilidad política y las brillantes cifras macroeconómicas y concluye: "La gente es pobre, pero menos pobre de lo que era cuando llegó Lula. Esto es un proyecto nacional. Tenemos un sentimiento de progreso a largo plazo; a 2020; no es algo asociado a grandes hechos. No se nos va a ir la cabeza".
Donde mejor se entienden los problemas estructurales y la desigualdad social que padece Brasil es en las favelas. A diez minutos de las elegantes mansiones del barrio de Ipanema, del viejo bar de Vinicius de Moraes, donde aún es posible escuchar cada noche a María Creuza, la diva de la bossa nova, uno alcanza la frontera de la favela de Cantagalo Pavão / Pavãozinho. Es imposible acceder a este territorio sin un buen contacto. Aquí la vida no vale nada. Un policía muere a diario en alguna de las 1.000 favelas de Río donde subsisten un millón de cariocas retrepados en las colinas y se contabilizan por millares las armas automáticas. Nuestro hombre bueno es Rubem Cesar Fernandes, de 66 años, antropólogo, represaliado por la dictadura militar (1964-1985) y líder de la ONG Viva Río, la más extendida entre las favelas de la ciudad, que lucha por su pacificación e integración. Aquí las casas son covachas de ladrillo sin enfoscar; la electricidad se roba del poste; no hay campos de deportes, dispensarios, escuelas, comisarías, iglesias ni oficinas municipales. Tampoco transporte público ni saneamiento. Mientras caminamos por las polvorientas calles de Cantagalo, entre míseros comercios, chavales sin rumbo y miradas suspicaces, Rubem Cesar nos explica su teoría de la informalidad brasileña: "Éste es un país informal; en su economía, en su mercado de trabajo, en la ocupación de espacios públicos; millones de inmigrantes del éxodo rural llegaron a estos cerros en los años sesenta, y el Estado no pudo y no supo ocuparse de ellos; el Estado no llegaba hasta aquí. El desarrollo urbano de las favelas se dejó a expensas de los pobres; la gente se instaló como pudo, construyó sus casas y se fue creando una sociedad informal dirigida por bandas que exprimen a los vecinos y se financian con la extorsión y la droga. Aquí la ley no existe. Nosotros apostamos por la educación de los jóvenes y los planes de integración urbana; derribar barreras; que la Administración entre y se quede; hay que formalizar: dar títulos de propiedad a los vecinos; crear infraestructuras. Hay una inercia en Brasil a no enfrentase a lo informal. Y ahora el petróleo es nuestra gran promesa de futuro. Lula quiere convertir las favelas en barrios humildes pero integrados. Coger el toro por los cuernos, como dicen ustedes".
Nuestro objetivo en la favela de Cantagalo es el Espacio Criança Esperança. En lo que un día fue un fantasmal hotel de lujo colgado sobre el bello lago Rodrigo de Freitas, el médico Jairo Coutinho, de 62 años, antiguo compañero de viaje y asesor del presidente Lula, dirige un admirable centro educativo y de convivencia que frecuentan miles de habitantes de la favela. Y en el que es posible esta tarde primaveral entablar una conversación en torno a un refresco de guaraná con negros y blancos; descendientes de esclavos y de soldados portugueses; viejos pandilleros, niños de la calle, policías de la temida Coordinadora de Recursos Especiales y vecinos que trabajan en Río y confiesan sentirse discriminados y avergonzados por vivir en una favela. Este centro no se ha librado de las guerras de bandas. Hace unos años, durante un tiroteo, una bala fue a incrustarse en una de sus paredes. Jairo Coutinho quiso que permaneciera ahí. La conserva a la vista de todos. En torno a ella ha ido creciendo un enorme mural. Le llama la bala de la paz. Es un símbolo.
Brasil está cambiando muy deprisa. La promesa del petróleo está transformando el país. Han explotado en torno a la industria nuevas ciudades como Macaé o Itaborai, que recuerdan a las villas salvajes de la fiebre del oro del Oeste americano erigidas en semanas y en las que falta de todo. En ese sentido, muchos comienzan a preguntarse por el futuro medioambiental del país. Cómo puede afectar el progreso industrial desatado a la fisonomía del vergel brasileño. La mejor prueba de esa preocupación son esos antiguos enclaves costeros que están creciendo sin rumbo en torno a la extracción masiva de crudo y ya están siendo víctimas de la contaminación, la degradación de sus ríos, la falta de equipamiento social y urbano, la violencia y el tráfico de drogas.
Sentado en una sillita de tijera pintada de azul sobre la arena, Américo, un viejo pescador de 66 años de Ilhabela, un paraíso natural a 200 kilómetros de São Paulo, recuerda con nostalgia y una colilla entre los labios los tiempos previos al boom petrolero. Cuando arrojaba cada madrugada las redes al mar y las recogía rebosantes de camarones. A un par de kilómetros de esta isla, justo frente a nosotros, surge imponente la terminal marítima Almirante Barroso, de Petrobrás, por la que entra la mitad del crudo y el gas que se consume en Brasil procedente de los yacimientos de la cuenca de Santos. El desfile de petroleros es constante. Sobre esas instalaciones portuarias, sobre las montañas, cuarenta inmensos depósitos circulares convierten el pueblo de San Sebastián en la mayor terminal de bombeo y almacenamiento de crudo de América Latina. Américo, nuestro pescador, que afirma que los vertidos de crudo son continuos y la pesca ha descendido un 90% y que los jóvenes ya no quieren pescar, sino trabajar en Petrobrás, no se irrita; sólo pide que ese puerto no crezca aún más al rebufo del negocio del crudo. "Sería el final de Ilhabela y de nuestra forma de vida". A su lado, Harry Finger, de 52 años, peleón secretario municipal de medio ambiente, trabaja por el mismo objetivo: "Es el momento de que tomemos conciencia en todo el país de lo que nos jugamos; si no, este paraíso se puede ir al carajo".
El futuro de Brasil duerme frente a estas mismas costas. El petróleo es aún una promesa lejana, pero detrás de esa esperanza todo el país se ha puesto en marcha. Brasil está abandonando la crisis económica en el pelotón de cabeza, encierra una inmensa riqueza natural, ha construido una democracia estable y, sobre todo, acumula las mayores reservas de optimismo del planeta. Por eso, si se le pregunta a un brasileño por el futuro, la respuesta será siempre la misma: "Todo ben; todo bon".
dissabte, de novembre 21, 2009
dijous, de novembre 19, 2009
Obbbbvioooooo
CIDH culpa a gobierno de México por feminicidios
La Corte Interamericana de Derechos Humanos responsabilizó al gobierno por los ocho asesinatos del Campo Algodonero en Ciudad Juárez, ante una 'falta de investigación'
El Universal
Ciudad de México Jueves 19 de noviembre de 2009
08:43 El gobierno mexicano es responsable de las muertes de ocho mujeres en Ciudad Juárez, las víctimas del caso conocido como del Campo Algodonero, según determinó la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
La CIDH responsabiliza al gobierno mexicano por la "falta de una investigación adecuada", en torno a los ocho asesinatos, que son sólo la punta del iceberg de los 480 crímenes contra mujeres desde 1993.
La decisión judicial, sobre la que no cabe recurso, acepta la petición de los letrados, que culpan al Estado mexicano de 'feminicidio'.
Los abogados Emilio Ginés, español, se encargó del caso, junto con la abogada Karla Micheel Salas, mexicana, determinaron acusar al Estado mexicano por el asesinato de las ocho mujeres del Campo Algodonero, por "falta de prevención y de atención a lo que viene sucediendo desde hace demasiado tiempo", según publica Elmundo.es
"La desprotección llega a todas las estructuras sociales", denunciaba Ginés pocos días ante partir hacia Chile para asistir al juicio. Y añadía que esa falta de implicación de las autoridades crea impunidad al crimen.
Cientos de mujeres han aparecido torturadas, vejadas, violadas, mutiladas y asesinadas en Ciudad Juárez, Chihuahua.
dimecres, de novembre 18, 2009
L’Ajuntament declara el català d’ús preferent
Cristina Palomar
Els funcionaris i el català
dimarts, de novembre 17, 2009
Los mejores discos en inglés en la década del 2000
.....................
NME's top 50 albums of the decade
1. The Strokes - Is This It
2. The Libertines - Up The Bracket
3. Primal Scream - xtrmntr
4. Arctic Monkeys - Whatever People Say I Am, That's What I'm Not
5. Yeah Yeah Yeahs - Fever To Tell
6. PJ Harvey - Stories From the City, Stories From the Sea
7. Arcade Fire - Funeral
8. Interpol - Turn On The Bright Lights
9. The Streets - Original Pirate Material
10. Radiohead - In Rainbows
11. At The Drive In - Relationship Of Command
12. LCD Soundsystem - The Sound Of Silver
13. The Shins - Wincing The Night Away
14. Radiohead - Kid A
15. Queens Of The Stone Age - Songs For The Deaf
16. The Streets - A Grand Don't Come For Free
17. Sufjan Stevens - Illinoise
18. The White Stripes - Elephant
19. The White Stripes - White Blood Cells
20. Blur - Think Tank
21. The Coral - The Coral
22. Jay-Z - The Blueprint
23. Klaxons - Myths Of The Near Future
24. The Libertines - The Libertines
25. Rapture - Echoes
26. Dizzee Rascal - Boy in Da Corner
27. Amy Winehouse - Back To Black
28. Johnny Cash - Man Comes Around
29. Super Furry Animals - Rings Around The World
30. Elbow - Asleep In The Back
31. Bright Eyes - I'm Wide Awake, It's Morning
32. Yeah Yeah Yeahs - Show Your Bones
33. Arcade Fire - Neon Bible
34. Grandaddy - The Sophtware Slump
35. Babyshambles - Down In Albion
36. Spirtualized - Let it Come Down
37. The Knife - Silent Shout
38. Bloc Party - Silent Alarm
39. Crystal Castles - Crystal Castles
40. Ryan Adams - Gold
41. Wild Beasts - Two Dancers
42. Vampire Weekend - Vampire Weekend
43. Wilco - Yankee Hotel Foxtrot
44. Outkast - Loveboxxx/The Love Below
45. Avalanches - Since I Left You
46. Delgados - The Great Eastern
47. Brendan Benson - Lapalco
48. Walkmen - Bows and Arrows
49. Muse - Absolution
50. MIA - Arular
dilluns, de novembre 16, 2009
Pieza del mes de Noviembre 2009
Carlos Vázquez Úbeda (1869-1944)
Óleo sobre tela, 194.5 x 248 cm
Una joven ansotana acaba de casarse. Se encuentra en una habitación rodeada, presumiblemente, de familiares, que esperan la fiesta con expectación. Ella luce más bien aprensiva, distante y cansada, tras la fatigosa labor de cambiar de atuendo varias veces durante el día, de soportar la larga ceremonia religiosa, de ser el centro de atención del pueblo a lo largo de una semana, y tal vez, del hecho de casarse. Boda de Ansó captura el ánimo de una muchacha en un momento específico, en el que intervienen las tradiciones ancestrales y la visión curiosa y romántica de un pintor forastero.
Carlos Vázquez Úbeda (1869, Ciudad Real – 1944, Barcelona) fue pintor e ilustrador. Su larga y distinguida carrera se caracterizó por la constante representación de escenas costumbristas, de tipos locales y tradiciones de España. Formado en Madrid y Francia, su trabajo convive entre lo tradicional, inclusive conservador, arraigado en la corriente llamada Realismo Español en la que el mercado le demandaba retratos y folklore, así como en el Modernismo, que se manifiesta plenamente en las ilustraciones que realizó para publicaciones de toda índole. Es en la obra gráfica e ilustradora donde Vázquez Úbeda jugaba con la forma y se permitía un mayor dinamismo temático.
El Valle de Ansó se sitúa en el pirineo aragonés, en el norte de la Península Ibérica. Su lejanía y encerramiento en medio de la cordillera propició el desarrollo de una tradición distintiva, y que llamó poderosamente la atención de viajeros, estudiosos y curiosos a lo largo del siglo XIX. La combinación de colores y lo elaborado de la indumentaria típica del valle, inspiraron a diversos artistas a utilizarlos como tema, entre ellos se cuenta a Joaquín Sorolla, que en su serie sobre tipos españoles se encuentra un Tipos del Valle de Ansó (1914), que resguarda el Museo Sorolla de Madrid.
El autor se preocupó por estudiar minuciosamente los trajes nativos, que constituyen un personaje en sí mismo dentro de la composición. La protagonista porta el llamado traje de novios de calle, que se usa tras la ceremonia religiosa, en la que se ostenta otro tipo de vestimenta. Consiste de una sobretodo llamado basquiña, bien plisada, que se complementa con enaguas y camisa de gorguera, almidonada para que luzca el cuello. El conjunto añade mangas unidas a la basquiña mediante cintas de seda. Como accesorios utiliza un escapulario de varias tiras de colores, además de a plata, una serie de elementos colgantes compuestos de un relicario, imágenes de la virgen del Pilar, un crucifijo y pendientes. El citado traje se corona por un tocado llamado peináu de churros en lengua aragonesa, en el que el cabello se lleva en roleos y se ajusta con un paño llamado trenzadera colorada.
Las dos damas que asisten a la recién casada llevan basquiña, camisa, y uno de los elementos distintivos de la mujer ansotana: la mantelina o capucho desciende, reminiscencia del ancestral velo ibérico, y que se usaban de manera corriente en el citado valle hasta comienzos del siglo XX. El resto de los personajes utilizan trajes más bien comunes al modo tradicional de vestir español, esto es, en negro riguroso con algún accesorio de la tradición comarcal.
La Boda de Ansó (1904) fue expuesta en el Salón de París de 1905. En 1910 formó parte del conjunto de piezas que integraron la Exposición Española de Arte e Industrias Decorativas de la Ciudad de México. La pieza fue adquirida por el gobierno mexicano, pasando a formar parte de las Galerías de Bellas Artes, y se resguarda en el Museo Nacional de San Carlos desde su apertura en 1968.
Texto: Marco Antonio Silva Barón - Investigador del MNSC