Manierismo: el arte después de la perfección
El manierismo es un término intrincado, complejo, polémico –hasta, diríase, enrevesado– que ha dado mucho de qué hablar y discutir a teóricos e historiadores. Situado entre la perfección del Renacimiento y la exuberancia del Barroco, el manierismo como período estilístico en la historia del arte ha quedado quizás un tanto relegado y a la fecha no hay consenso en cuanto a su definición y conceptualización. De ahí el afortunado título de la exposición que se presenta en el Museo de San Carlos: Manierismo. El arte después de la perfección, cuya investigación a cargo del historiador del arte Marco Antonio Silva Barón toma como punto de partida el cuestionamiento: ¿Qué entendemos hoy por manierismo? La muestra, integrada por cuarenta y seis obras, propone una visión panorámica de la pintura del siglo xvi en Europa y en la Nueva España a partir de piezas selectas de la colección del museo y otras provenientes de colecciones privadas y públicas de nuestro país y del extranjero, cuya presencia en esta exhibición significa todo un logro que hay que reconocer a la incansable directora de este museo, Carmen Gaitán. Se ha editado también un espléndido libro-catálogo que recoge las imágenes de las pinturas bellamente impresas, así como tres brillantes ensayos a cargo de Silva Barón, Alejandra González Leyva y Annunziata Rossi, autores que llevan al lector de la mano por el contexto histórico, político y social de ese período fundamental en la historia del arte de Occidente que fue el Renacimiento, para aterrizar en el llamado manierismo.
San Pedro penitente, El Greco |
En su texto, Marco Silva escribe: “El Alto Renacimiento, la etapa comprendida entre 1500 y 1520, aproximadamente, puede resumirse como el período en que maniera significaba perfección, contención, impasibilidad. Conforme fue avanzando el siglo, entraron en juego sus contrarios, y con ello comenzó la evanescencia de la bella maniera, llevando así el arte a la fusión de la tesis y la antítesis: el balance con la afectación pronunciada, el equilibrio con el audaz contrapposto y la serenidad con la emoción sobrecogida.” Encuentro muy atinada esta descripción de lo que el espectador puede apreciar en las pinturas que integran la muestra, mismas que dan cuenta de esa diversidad demaniére que llevó a El Greco a alcanzar la extravagancia máxima. Desde mi punto de vista, el pintor de origen cretense es el más ilustre representante de este período y uno de los artistas más originales en la historia del arte occidental. El Greco es el pintor místico por excelencia, artífice de fulgurantes figuras ascendentes e ingrávidas que se nos presentan inmersas en un halo de misterio y evanescencia. Hay que recordar que su audacia y osadía al inventar figuras que se escapan a cualquier canon y definición le valieron el total rechazo de sus contemporáneos, y no fue sino hasta fines del siglo xix que los artistas de las vanguardias, como Picasso, Manet, Gauguin y Cézanne lo rescataron del olvido y lo consideraron el gran precursor del arte moderno. En esta muestra se pueden ver dos soberbias pinturas pertenecientes al Museo de Arte de San Diego, California:San Pedro Mártir y la Adoración de los pastores.
Retrato de Camilla Martelli sosteniendo un perro, Il Bronzino |
La exposición está dividida en núcleos temáticos en los que se reúnen obras de la escuela florentina, veneciana, flamenca y española, con ejemplos destacados de artistas fundamentales de la época como Jacopo Carucci Pontormo, Jacopo Bassano, Francesco Granacci, Giovanni Pietro Rizzoli, Jacopo da Ponte, Paolo Caliari el Veronés, Agnolo di CosimoIl Bronzino, Martin de Vos, Alonso Vázquez, Luis de Morales el Divino, Lambert Sustris, entre otros. Además de las obras del El Greco provenientes de San Diego arriba mencionadas, cabe resaltar la importancia de los préstamos recibidos del Museo Ponce de Puerto Rico, el Museo de Bellas Artes de Montréal y de El Paso, y el impactante lienzo de Francesco Salviati proveniente del Metropolitan Museum de Nueva York que fue un triunfo conseguir.
La sección que cierra la exposición está dedicada al manierismo en la Nueva España, que se dio hacia fines de la segunda mitad del siglo XVI con la llegada de los artistas ibéricos que transmitirían a los criollos los cánones del Viejo Mundo. Una nueva tradición mestiza se gesta en nuestro territorio con la presencia de artistas como el sevillano Andrés de Concha y el vasco Baltasar de Echave Orio, presentes en la muestra. Este capítulo deja la puerta abierta a la necesidad de llevar a cabo una gran exposición del manierismo en México que, extrañamente, nunca se ha realizado.
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