Querida Ana:
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Mucho lamento tu retiro de las pistas, pero queda claro que se debe respetar tu decisión. Me gustaría compartir contigo algunos pensamientos, no con el afán de molestarte, sino para reflexionar un poco sobre tí, ya que durante una década fuiste una figura pública de trascendencia, y además, los que gustamos del atletismo pues también queremos opinar.
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En primer lugar, me regocijo de tus vibrantes triunfos, aquellos que nos pusieron la piel de gallina, como la final de la Golden League de 2002 y la del mundial de atletismo París 2003. También me enorgullezco de tu carácter valiente y tirado para delante, que habla con voz firme y convencida. Empero, Ana, amiga, varias de tus cuitas fueron el directo resultado de tus decisiones. Quiero aclarar, sin embargo, que no creo que lo hayas hecho con mala intención, sino impulsada por la inexperiencia de tu juventud, lo romántico e idealista de tu carácter, y lo voluntarioso de tu ser. Me refiero específicamente a tu relación con Televisa. ¡Cómo lamenté que les firmaras contrato! Recuerda que dicha empresa es eso, una empresa, que busca dividendos y prevendas, y está firmemente anclada en los márgenes de la ganancia. Ana, a dicha compañía no le interesabas tú, más bien querían patrocinadores para venderles los tiempos de tus carreras, y además, buscaban a toda costa tener pletórico al dios reinante de los medios masivos de comunicación: el rating.
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Sí, lo sé, tal vez de verdad querías difundir el atletismo en México, deseabas que el pueblo te viera y te aclamara, y por supuesto, en la siempre incierta carrera deportiva, unos dineros no te venían nada mal. Pero, amiga, que sinsabores Televisa te trajo posteriormente, ¿verdad? Qué malestares te produjeron su modus operandi, ¿no? Ana lo era todo, y en el transcurso de dos años, una más en el menú, y ni siquiera del canal de las estrellas. También, querida, te llenaste de patrocinadores por todos lados. ¿Cuánto dinero no era suficiente, Ana? ¿Cuánto más requerías? ¿Banamex, Cima, la Golden League y el Estado de Sonora nunca acabaron de enriquecer tus arcas? Ni todo el dinero de los patrocinadores ni toda la parafernalia de Televisa evitaron la misteriosa lesión, esa que en aquella noche de agosto en Atenas nos robó a todos, y muy seguramente más a tí, la ilusión de verte en el Olimpo, consagrada, como tal vez ya nunca lo veremos.
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Ana, cómo he admirado las fuertes e incisivas palabras que has dirigido a los mandamases del deporte nacional. La caterva de vividores que son. Pero, amiga, otra vez tu desconocimiento te ha hecho víctima. Esta vez de cómo funciona la política, cómo nuestro Estado, profundamente clientelista, reparte las cuotas de poder. Como heroína has puesto los puntos sobre las íes, mas, la inercia que impera en el quehacer mexicano puede más que tu voluntad toda. Es más fuerte el modo de ser de siempre que el deseo de una de reinventar el sistema. Y sí, pasarán Beijing, Londres y la sede que venga después, y muy probablemente todo seguirá igual, como lo ha sido desde las olimpiadas de Helsinki, México, Moscú, Atlanta... la que quieras. Sabes, creo que el número cabalista de nuestro deporte es el uno: una medalla cada olimpiada, y como bien sabes, el deporte más popular en la república (cuyo nombre no me atrevería nunca a mencionar) tiene el odioso honor de ser el más primerrondista de todos nuestros deportes.
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Ay, Ana. ¿Y ahora qué harás con tu tiempo? He leído que te lanzarás de comentarista. Ay, muchacha, otra vez las televisoras, ¿acaso te vuelve a seducir el canto de las sirenas de la cajita cuadrada?... Con tu fortuna personal seguro que te puedes pagar una carrera. Te invito a que vayas fuera, a la universidad que quieras, y estudies, Ana, eres una mujer inteligente y de carácter, la experiencia universitaria seguro te ayudará a ampliar tu mente y tu perspectiva de la vida. O si no, me atrevo a proponerte algo audaz, inclusive arriesgado. Y no me importa en lo absoluto que me tachen de traidor o antipatriota. Querida amiga, reinvéntate. Reconfigúrate, tienes la edad y la nombradía suficiente para ser la misma, pero otra, libre de los parásitos de la Conade, de las cucarachas de la FMA y del besito mustio para la cámara de la Presidencia. En el extranjero, Ana, te esperan los 800 metros. En 2012 tendrás aún la edad suficiente para impactar dicha carrera, ve nada más lo que hizo Kelly Holmes. Reinvéntate, Ana, por allí está Eslovenia. Funcionó maravillas para Marlene Ottey, y allí te adoran. Nos dolerá que seas Ana Guevarevska o algo así, pero piensa primero en tu libertad, en tu potencial, que sabemos que no se ha explotado del todo, sin embargo, ve, busca la felicidad, encuentra tu Tierra Prometida, otra vez, en otros lados.
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Espero que las palabras mías, tu admirador no te resulten ofensivas. Has sido durante tanto tiempo un presencia en mi vida, que te considero casi como una más de mi familia. Te deseo todo lo mejor y que seas muy muy feliz en el camino que optes tomar.
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Sinceramente,
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Aryaprabha
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