La Asamblea Legislativa del Distrito Federal (ALDF) debe votar hoy la iniciativa de reforma legal para despenalizar el aborto. El congreso local se reúne en un clima de linchamiento azuzado por la Iglesia católica, la cual se ha empeñado en sembrar la división y la polarización de la sociedad en torno a este asunto de salud pública. La ofensiva propagandística del Vaticano y de la jerarquía eclesiástica nacional no tiene precedente, no al menos desde que la Iglesia fue despojada en México de sus poderes terrenales formales: el máximo dirigente católico, el papa Benedicto XVI, se ha involucrado en la campaña, y obispados, arzobispados y grupos de choque -como la desacreditada Provida y los membretes que dicen representar a padres de familia- han recurrido, a falta de hogueras, a los instrumentos argumentales que les quedan: desde las amenazas de excomunión y las muy oportunas reivindicaciones papales de la existencia del infierno, hasta inscripciones inverosímiles en el martirologio, como la realizada ayer por el vocero del arzobispado capitalino, Hugo Valdemar, quien se declaró "perseguido político" por la ALDF.
En días pasados, Joseph Ratzinger no tuvo empacho para practicar un abierto intervencionismo en el proceso legislativo capitalino. Ayer su sucesor al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe -instancia heredera del Santo Oficio-, Angelo Amato, fue un paso más allá en los terrenos de la imprudencia, al homologar con el terrorismo la despenalización del aborto, la eutanasia y la legalización de uniones civiles entre personas del mismo sexo. El funcionario vaticano cometió, así, el despropósito de inscribir causas sociales legítimas y respetables en el conflicto de la criminal "guerra contra el terrorismo" que encabezan los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra. La desmesura es ilustrativa del totalitarismo vaticano: si los promotores y simpatizantes de estos procesos de ensanchamiento de las libertades y los derechos individuales son equiparables al "terrorismo abominable de kamikazes que ocupa a diario la escena mediática", en obvia referencia a los atentados explosivos que tienen lugar en Irak, la conclusión ineludible es que los diputados a la ALDF y sus partidarios merecen ser exterminados igual que los combatientes iraquíes.
Es revelador, por otra parte, que la jerarquía católica mundial no haya actuado con una visceralidad semejante cuando se ha despenalizado el aborto en países europeos o en Estados Unidos. El contraste de actitudes no sólo pone de manifiesto la doble moral vaticana, sino que hace pensar que el Papado considera a nuestro país como su feudo y cree que tiene derecho de veto en decisiones legislativas soberanas. A Roma no le cabe en la cabeza que el establecimiento del Estado laico en México no fue resultado del capricho de un puñado de jacobinos, sino fruto de un consenso nacional que se mantiene vigente, pese a los desfiguros confesionales de algunos miembros del grupo gobernante. Por ello, la irresponsable siembra de intolerancia, odio y confrontación que realiza la jerarquía eclesiástica no va a prosperar.