ALMA ELENA CARDOSO MARTÍNEZ
HISTORIOGRAFÍA DEL ARTE OCCIDENTAL
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IDEAS ESTÉTICAS DE MARX
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(Comentarios de lectura que inician en el capítulo El Arte y las Masas, p. 236 y que terminan con las conclusiones finales del autor)
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EL ARTE Y LAS MASAS
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El arte de masas, está dirigido principalmente al hombre alienado, y se constituye como un sistema de “mercadotecnia” en donde lo más importante es vender la necesidad del consumo de un pseudo-arte.
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Las causas por las que se da el arte de masas en el sistema capitalista son principalmente: ampliar la plusvalía del productor, que a su vez está supeditado a los mandatos de las clases superiores, que son las que patrocinan este arte por su capacidad de reafirmar el carácter cosificado del hombre alienado, coartando su capacidad de entrar a la lucha de clases de manera consciente. Lo anterior significa un estatismo en la estructura social, en la que además, se propicia una manutención de las clases altas a costa del consumo de las bajas.
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El “arte de masas” no es arte en realidad, es una mercancía cuya fuerza principal radica en vender una ideología cosificadora/enajenadora, la cual debe su éxito a la intervención de los medios de comunicación y las facilidades técnicas de reproductibilidad. Los desarrollos técnicos, pocas veces son aprovechados en favor de la difusión de una ideología adecuada que propicie una dinámica de clases o reflexiones humanas, en vez de ello, son empleados para fortalecer el estatismo de los núcleos sociales por medio de la ya mencionada enajenación de la clase baja, que además se vuelve consumidora, beneficiando a la aristocracia y burguesía tanto social como económicamente.
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Los términos fundamentales que actúan en esta relación co-dependiente entre público masivo/consumidor y creador subordinado son: enajenación, consumismo, medios de comunicación masiva, y plusvalía.
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Algunos de los ejemplos que el autor utiliza para identificar al arte de masas, es el cine hollywoodense o la música “pop”.
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EL CAPITALISMO Y EL ARTE DE MASAS
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Los ya mencionados medios de comunicación, utilizados para la difusión de productos pseudo-artísticos (el arte de masas), están patrocinados por las clases altas, pues estas producciones mantienen al hombre alienado en su condición de tal, haciendo que se sienta perfectamente integrado a la masa, impidiéndole cobrar conciencia de su enajenación, así como de las vías para cancelarla.
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Entonces, el arte verdadero, que es la expresión auténtica de lo humano, pierde su nexo con las clases sociales alienadas –que por lo general son las clases trabajadoras-, perdiendo la capacidad de diálogo con la mayor parte de la población. De lo anterior se deduce que no hay una concordancia entre calidad y popularidad en cuanto a producciones artísticas se refiere, pues el gusto y el criterio estético del consumidor están conformados o adaptados para apreciar determinados productos y descartar otros.
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El principal beneficiario de esta separación entre el arte verdadero y la sociedad, son los productores del arte masificador, es decir, el productor capitalista. Sus razones, como ya se mencionó anteriormente son, en primer lugar económicas, pues patrocinan el consumo masivo de productos que generan plusvalías para el fabricante, para lograr esto, es necesario crear un gusto estandarizado por el objeto, y por tanto, la estandarización del sujeto, pues de otra manera, el consumo de masas no podría darse ni aportar, por tanto, grandes beneficios. En segundo lugar, tenemos la razón ideológica, pues el arte de masas es uno de los medios más efectivos para mantener las relaciones enajenantes y cosificadoras, características de la sociedad capitalista; la efectividad de transmisión de ideologías del arte de masas se halla determinada por los medios de difusión que pueden esparcir el mensaje a gran escala, y también por utilizar el único lenguaje que el hombre masificado puede entender, lenguaje prefabricado que ha modelado un gusto y una necesidad de consumo.
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EL DILEMA “ARTE DE MINORÍAS O ARTE DE MASAS”
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La sociedad capitalista ha creado un distanciamiento entre el arte y sectores sociales amplios, la causa principal es la relación económico-social de este modelo económico, que acorta el radio de acción de la obra del artista, al tiempo que evita que el público cobre conciencia de sí mismo –lo masifica- impidiéndole el goce apropiado de la obra de arte como producto de lo humano, entendiendo que este goce sólo puede ser producto de un proceso de reflexión y análisis.
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Por lo anterior, las producciones estéticas se han visto confinadas a un reducido grupo de personas que no se encuentran dentro de la masa cosificada, convirtiéndose entonces el arte verdadero, en un arte minoritario. Este divorcio arte y pueblo, o bien, el fenómeno de arte de minorías, se debe, además de las razones anteriormente citadas, a que el artista, en su afán de afirmar su independencia y su subjetividad en un mundo cosificado, ha acabado en gran parte por cortar los posibles lazos de comunicación como la masa.
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Esta falta de comunicación se encamina por dos rutas: el artista no logra hacerse entender porque no ha querido o no ha podido forjar el lenguaje adecuado que le permita objetivar su expresión; o bien, porque el espectador enajenado no es capaz de desarrollar entender ningún tipo de lenguaje objetivado a través de las obras de arte.
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El arte para todos, aquel que rompe con el arte de masas y el arte minoritario, está dirigido a la sociedad que, libre de las concepciones consumistas y sectarias del capitalismo, esta integrada por hombres que sienten la necesidad de una apropiación humana –no cosificada- de las cosas, y que encuentran en la relación estética, una forma de satisfacer profundamente esta necesidad, y en el objeto estético, una utilidad humana propia de ellos, entendida porque tanto el artista como el receptor han logrado entablar un diálogo configurado a través de lenguajes de significación compleja e intelectual.
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Un arte para todos, podrá rebasar su condición histórico social y establecer un diálogo, no sólo con los hombres de su época, sino con los de cualquier tiempo y espacio. Lo anterior se logra debido a que, al ser el artista un hombre entendido de su contexto, desarrolla un arte basado en un lenguaje analítico, propio de su época y en relación dialéctica con los miembros de su sociedad, es capaz de pernear su obra de los rasgos más importantes de su entorno –situación histórico-social- derivando su trabajo en un verdadero testimonio material de la condición humana. Esto, en combinación con un público no masificado, no alienado –y de cualquier situación temporal-, genera un diálogo rico y completo.
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EL ARTE VERDADERAMENTE POPULAR
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Uno de los errores más comunes es la confusión del arte popular con el llamado arte de masas, que como ya se ha dicho anteriormente, es el pseudo arte propio del hombre cosificado y enajenado de la sociedad capitalista. Al tener esta confusión, se tiende también a identificar el arte verdadero con un arte privilegiado y por tanto antipopular; o bien, a entender al arte popular como un arte acerca del pueblo o populista en la que los medios expresivos se tiñen de un supuesto “folklore”. Esta última concepción se limita a establecer una relación epidérmica entre el arte y el pueblo, que conduce a un arte localista, costumbrista o populista, y no a un arte verdaderamente popular.
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El verdadero arte popular, en cambio, es aquel que en sus características cualitativas expresa el talante y las aspiraciones del pueblo o de una nación en una fase histórica de su existencia. Y, por sus características cuantitativas, está en relación con la mayor parte de la población, precisamente, por revelar en su contenido, la verdad de una sociedad (pero no necesariamente mediante una temática populista o folklórica de las clases sociales).
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Así, Adolfo Sánchez Vázquez cita a otros teóricos marxistas que enriquecen el ideal de un arte popular, tal es el caso de Antonio Gramsci, que en su definición de literatura popular comenta: “Se requiere un contenido intelectual y moral que sea la expresión elaborada y completa de las aspiraciones más profundas de un determinado público, de la nación-pueblo en una cierta fase de su desarrollo histórico”[1], de lo que el autor deduce que la “belleza” (sentido estético) no basta cuando no se halla encendida por un profundo contenido ideológico. °
Entonces, el sentido del arte popular es establecer relaciones con las demás estructuras sociales que conforman la polis, es decir, arte y política; para generar con el diálogo de dichas estructuras, una dinámica social e histórica, en donde el enfrentamiento con el arte, ponga a los individuos en relación con la apreciación de la realidad y condición humana que el artista creador es capaz de formular. El artista transfigura la realidad para hacer con ella una nueva realidad que reside en la obra de arte; este acto es único en sí mismo y perdura a lo largo del devenir histórico-real.
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En el momento en el que el arte popular, comprometido con una ideología, reflexiona acerca de su tiempo y condición, la obra se vuelve capaz de trascender su momento, volviéndose anacrónica y representativa a la vez.
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Es necesario que el artista pueda establecer un nexo con el pueblo, sin embargo, esta relación no siempre es posible, pues en la sociedad masificada, el productor de arte se ve imposibilitado para discernir dónde se hallan las fuerzas sociales que estén dispuestas a entablar diálogos con él, por tanto, dicho artista niega su estado de hombre social-agente dinamizador, para sólo producir obras que complazcan las necesidades del mercado.
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ARTE CULTO, INDIVIDUAL Y PROFESIONAL, Y ARTE COLECTIVO Y POPULAR
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A lo largo de su historia, la creación artística ha seguido dos direcciones fundamentales: creación culta, profesional; y creación colectiva o anónima del pueblo.
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El capitalismo crea condiciones hostiles al florecimiento de un arte del pueblo al agotar, por un lado, la capacidad creadora del hombre en el trabajo que debe servirle de fundamento; y por otro, al difundir masivamente sucedáneos artísticos para mantener al pueblo separado no sólo del gran arte profesional, culto, de todos los tiempos, sino de la verdadera creación popular.
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En las condiciones capitalistas, el arte popular se ve mermado debido a la brecha que los sistemas de consumo y los grupos elitistas han creado entre el pueblo y los artistas. Por esto, algunas de las pocas creaciones artísticas verdaderamente populares que pueden suscitarse dentro de capitalismo, son la literatura y música revolucionaria como expresión de la conciencia de los trabajadores.
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LA DIVISIÓN SOCIAL DEL TRABAJO ARTÍSTICO Y EL DESENVOLVIMIENTO DE LA PERSONALIDAD
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Marx ve la verdadera riqueza humana en el despliegue universal de la personalidad, pues el hombre se afirma como ser esencialmente humano cuanto más universalmente despliega su personalidad y cuanto más ricos y variados sean los dominios en que ejerce sus facultades. Entonces, la libertad es inseparable de la universalidad de su personalidad. Dentro del capitalismo, considera Marx, el despliegue de esta característica humana es negado por la división y especialización del trabajo, pues aísla al hombre en el marco de una actividad limitada, e imprime al desarrollo de la personalidad una dirección unilateral, mutilando su esfera de acción.
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La actividad artística también se une a las consecuencias que provocadas por la división del trabajo, pues como las tareas de creación se concentran en individualidades, el pueblo queda descartado cada vez más de ellas. Entonces, la división del trabajo, en la esfera artística, por un lado en creación individual y profesional; y por otro en creación popular, contribuye a la aparición de un arte minoritario.
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CONCLUSIONES DEL AUTOR
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El propósito de este texto fue esclarecer el sentido de la tesis de Marx acerca de la hostilidad del capitalismo al arte, así como analizar las consecuencias y significación del fenómeno.
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La hostilidad de la producción capitalista al arte se distingue en tres planos fundamentales:
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Producción o creación
Consumo o goce
División social del trabajo artístico
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La investigación del autor parte de la idea marxista de que la oposición entre arte y capitalismo es una oposición radical, de principio, que tiene por base la contradicción, puesta al descubierto por Marx desde 1844, entre el capitalismo y el hombre. Como el arte es una esfera esencial de lo humano, sufre por ello implacablemente la hostilidad de la producción capitalista.
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[1] Antonio Gramsci, cit. por., Adolfo Sánchez Vázquez, Las ideas estéticas de Marx, Biblioteca Era, 1982, México DF, p. 264.